España no tiene himno nacional, arrancado por el pueblo en
una revolución, España tiene hoy una especie de democracia otorgada –es lo que
fue la “ejemplar transición”, el otorgamiento que hizo el poder de una
instituciones aceptables en el entorno europeo antes de que pasase algo que no
iba a pasar-, y nunca se hizo a sí misma como Estado-Nación.
España como tal no existe, es un espejismo, es un cuerpo
incómodo formado por trozos vivos de tendencias tan centrífugas como
centrípetas, España no tiene españoles, no tiene ciudadanos que se arranquen a
cantar que están en marcha para defenderla.
Hoy me siento terriblemente incómodo en Francia, con el
mismo dolor de España que tantos tuvieron inútilmente en el pasado. No es el
dolor por la corrupción nuclear, por la inmoralidad como mínimo común múltiplo
de estas Españas, es el dolor de la persona, de quien sabe que nunca se
construirá la sociedad española, de quien ha perdido la esperanza de que España
un día exista y que sus ciudadanos se identifiquen con un himno, con un símbolo
–no hablemos de la bandera tricolor omnipresente en Francia-, con algo que no
sea tipismo, sol y playa.
Menudo lunes perpetuo que los españoles tenemos con España
donde quiera que España nos haya puesto.
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