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El cielo gris de París, esa luz que tanto le
gustaba, sobre aquella desvencijada estación despedía a Pierre Massé cuando iba
a tomar el tren por última vez en su vida. En realidad el tren le iba a tomar a
él, a llevarlo a la muerte, porque Pierre Massé sabía que aquél era un viaje
hacia la muerte ¿Qué valor tenía un abogado judío para ellos? Ellos eran los
nazis, los policías franceses del régimen de su Mariscal Pétain, los fiscales y
los jueces que aplicaban la odiosa ley vigente como habían aplicado las leyes
de la república que se consumía en aquellos tiempos-¿Hay un funcionario que se
adapte mejor a la dictadura, a la democracia, a la tiranía, a la libertad que
un fiscal o un juez?-. Además un letrado de izquierdas, que había resistido
desde el derecho a unos y a otros, que había representado a los ciudadanos en
el Parlamento y en el Senado y que había pasado por el Gobierno sin corromperse
ni mancharse, probablemente merecía la muerte porque su vida delataba la de
aquellos de sus colegas que encontraban que la colaboración pasiva y cobarde
era lo que las gentes de bien debían de hacer.
Sí se
había manchado a su paso por el Gobierno. Se acordó de la espía, de Mata Hari,
de cómo había firmado la orden de su ejecución en su despacho, como Subsecretario
de Estado responsable de Justicia Militar. En la guerra Pierre Massé
había matado y había estado a punto de morir, sus condecoraciones se lo
reconocían, las secuelas en su cuerpo se lo recordaban, como ahora en el
momento de coger el tren a la muerte. Pero matar a una mujer… la pena de muerte es la suprema injusticia sea
quien sea el ejecutado. Tuvo que hacerlo porque era la regla del juego al que
aquella mujer – ¡Lo que le gustaban las mujeres al abogado Massé! Sonrió
amargamente-, aquella bella mujer había jugado y su muerte quería creer que salvaba vidas, pero
siempre se sintió manchado por aquella firma. Quizá su destino era la venganza de la
bailarina holandesa desde el Más Allá. No, no había más allá, sin embargo,
repasó los versículos de la Biblia que tantas veces había oído a su
madre. Miró el cielo gris de Francia en su despedida y se acurrucó junto a su
hermano en aquel apestoso vagón de ganado, mientras el convoy 39 arrancaba
lenta y ruidosamente, como si le costase a la máquina de vapor más que a los
humanos que la habían dispuesto arrancar aquellas almas de su tierra el 30 de
septiembre de 1942.
Se supone que apenas 15 días más tarde fue
asesinado en el campo de exterminio. Pierre Massé había nacido en Ribérac
(Dordogne), población a 100 kms. de Burdeos, estudió en Montpellier y se doctoró en París con la tesis “El derecho
moral del autor sobre su obra literaria y artística” ejerció la profesión y fue
elegido parlamentario en 1914 por L’Herault, sin embargo voluntariamente marchó
al frente durante la Gran Guerra donde fue herido, capitán, condecorado por su
valor, con dos citaciones por actos de valor extremo, con la Cruz de Guerra y la Legión de Honor,
pero siguió impulsando leyes en el parlamento, designado en 1917 Subsecretario
de Estado en el Ministerio de la Guerra. En 1919 volvió al ejercicio
profesional en París, miembro del Consejo de la Orden de 1928 a 1934, fue
elegido Senador por L’Herault en 1939, se incorpora al grupo de izquierda
democrática.
Sorprendido por la traición de Pétain, después
de que hubiera votado a favor de dotarle de plenos poderes constituyentes,
ejerce una abogacía militante, defendiendo al dramaturgo Berstein, difamado por su origen judío. Posteriormente
se enfrenta al propio Pétain, con el que tenía una relación de amistad, enfrentamiento por su
legislación antijudía, autoacusándose públicamente de ser judío, que lo era.
Internado en 1941 por la policía francesa, sus colegas para evitarle la
deportación se inventaron una acusación de apropiación de fondos de un cliente
que le llevó a La Santé, pero el celo del Fiscal consigue que se sobresea la
causa criminal contra él, por lo que es nuevamente enviado a
su cita con el destino. Durante su estancia en el campo de concentración de Drancy
(París), montó un servicio de asistencia jurídica a los internos y dio cursos de
formación en Derecho.
Fueron funcionarios franceses quienes se
encargaron de toda la tramitación administrativa necesaria que llevó, como a tantos otros, al togado Massé a
Auschwitz pero los Colegios de Abogados, su Colegio de París incluido, bien guardaron un silencio criminal ante las
exigencias del régimen colaboracionista, bien establecieron la lista de los
abogados judíos que debían ser depurados de sus filas.
Buscando jugadores de rugby que murieron en
campos de exterminio, me tropecé con la vida ejemplar de este abogado –no he
sabido si jugó al rugby pero es muy probable que sí, teniendo en cuenta su lugar
de nacimiento y de estudios-, que murió a los 63 años.
Para saber más o bibliografía en la red:
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