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miércoles, 4 de julio de 2018

Preparando a nuestros hijos para la vida inmoral

Me gusta el fútbol, prefiero practicar el rugby o el hockey, y verlos como espectador, pero me gusta también ver el fútbol, no mucho en los estadios porque estás rodeado de gentes que portan sus frustradas vidas consigo y es casi imposible que no amarguen el mejor de los partidos, así que ver las retransmisiones televisivas en familia o en tabernas, donde el público es más heterogéneo normalmente, pues me gusta.

Pero la normalidad con la que en el fútbol se hacen trampas, simulando lesiones o agresiones para engañar al árbitro y sacar ventaja ilícita, sin que sus protagonistas sean sancionados, mereciendo como mucho algún comentario jocoso o exculpatorio por parte de los locutores y una sonrisa comprensiva del árbitro cuando no es engañado, me parece vomitiva, da profundo asco. Las imágenes repetidas de los protagonistas del fútbol, los migrantes mercenarios y ricos, cometiendo delitos contra las reglas deportivas del fútbol que muchas veces son premiados,  -se elogia que  el jugador provoque que el árbitro se equivoque pitando un penalti, por ejemplo -,  y recompensados por quienes acompañan ese mensaje delante de los micrófonos o, como mucho, dignos de comentarios comprensivos de la simulación, transmite a la sociedad, a nuestros hijos, un mensaje equivocado “las normas están para saltárselas”o “todo vale para ganar” y esa es la consecuencia que se graba en el lugar destinado a la educación de los infantiles cerebros. Y además los padres machacamos la misma idea, dando por bueno que la ética es una mierda molesta tanto para ganar un partido como para ganar unos ingresos, porque hacemos nuestro el maldito discurso del mundo inmoral del negocio del fútbol.

Y luego está el árbitro, ese idiota al servicio de la misma formación en la falta de valores. Acepta la trampa como algo sustancial del fútbol, acepta que se le increpe, se le discuta, se le desprecie, se le ignore, se le burle ¿Qué pinta en el fútbol y por qué no se dedica a arbitrar la lucha libre americana? Las transmisiones del Mundial 2018 machacan el mismo mensaje: la autoridad no está para hacer respetar colectivamente las reglas, la autoridad está para saltársela y ser ridiculizada. El árbitro no se puede respetar a sí mismo porque los mafiosos, en el sentido de que carecen de toda ética, que mandan el entramado futbolero le dejarían sin empleo, así que la falta de respeto continuo entra dentro de su salario y él solo tiene que cumplir con el mínimo de la forma de los artículos del reglamento pero sin aplicar los principios éticos de la práctica deportiva reglada, que supongo están en el código deportivo.

No sé las consecuencias de la educación que da el fútbol en nuestras sociedades, aunque intuyo que no son buenas, pero me parece que los responsables, todos los responsables, del fútbol en todos sus aspectos, son también responsables de los daños y perjuicios que causan en la formación de los ciudadanos del futuro.


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