La orden de alejamiento es criminógena a menudo. El agresor suele
creer que está en su derecho agrediendo y la actuación de la
víctima defendiéndose es injusta para él, esa defensa es una
agresión que solo él percibe. Cuando el Juez hace la orden de
alejamiento ya es la suprema agresión, la víctima ha culminado la
injusticia al hacer que la Justicia se convierta en un arma contra la
verdadera víctima de su conducta ofensiva, al que se le califica de
agresor y además se le impide ejercer su derecho de “propiedad”
sobre la denunciante. Para restablecer el orden de las cosas y
provocado por esa injusta agresión que le ha herido en lo más
profundo, el agresor actúa definitivamente sin importarle las
consecuencias de sus actos porque, como el preso n.º 9 del corrido
mexicano, si vuelve a nacer lo volvería a hacer. Así que, en mi
opinión, la orden de alejamiento es un papel y, contra las
agresiones, protege lo que protege un papel.
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