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miércoles, 7 de agosto de 2019

IS THERE A GOD ?


Hacer figuración en el film que está rodando Woody Allen en Donostia ha sido una de las experiencias interesantes de este agosto. Siempre que hago teatro, cine, televisión… desde mi más tierna adolescencia me he fijado en el director, he procurado aprender del director, aunque yo no he dirigido nunca un espectáculo o un audiovisual, creo que he aprendido algo de cada una y cada uno de ellos.
Tuve ayer la suerte de ser testigo inmediato de las repetidas observaciones que Allen le hacía al veterano actor que estaba justo sentado a mi derecha – la escena, sin revelar nada, representaba una cena en un restaurante local -, le pude oír y leer su lenguaje corporal hasta que se dio por satisfecho del resultado e hizo tres tomas más, sin embargo.
La pasión que hay detrás de todo el esfuerzo mental y físico que requiere un proyecto cinematográfico y que sigue viva en cada toma que se realiza de una secuencia, de un plano, es un valor intangible y que asombra al que pasa por allí, como yo, con su ego de actor frustrado y con su curiosidad de niño de 70 años.
Allen está machacado por la edad y por la vida que suponemos que ha llevado, además estos últimos años esa vida le está pasando factura por todas las maldades que ha cometido y que, justicia americana aparte, son de imposible perdón social. Pero la pasión del cine puede más y está ahí muy vivo hasta que se muera (¿Le llegará la maldición del Premio Donostia con un film donostiarra?).
No le hice ninguna pregunta ni me hice un selfie con él, no era el momento ni el lugar, solo observé e intenté aprehender esa pasión de autor, de creador, de ejecutor… que estaba allí, a mi privilegiado alcance.
Y en mi mente había una pregunta para hacerle y que retuve en mi interior, la pregunta esencial, la sola pregunta a hacer, la pregunta que el rey de la magnífica pieza de Woody Allen se hace y que Diabetes el esclavo responde: Is there a God?


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