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lunes, 1 de febrero de 2021

ARTE, INVERSIÓN, DESPILFARRO, GRATUIDAD Y DINERO PÚBLICO.

La escultura de Cristina Iglesias en la isla de Santa Clara me recuerda, por un lado, al inicio de la obra de teatro “Arte” de Yasmina Reza que reproduzco, con mi traducción del francés, al pie de este texto.


El arte contemporáneo urbano genera polémicas siempre. En nuestra ciudad las hubo con el monumento a Fleming de Eduardo Chillida, con la estela de Ugarte en la Plaza del Centenario, con el Peine del Viento del mismo Chillida y alguna otra que quizá se me escape. Creo que la de Oteiza en el Paseo Nuevo pasó sin tanto ruido en su momento.



Para empezar hay que creer que la escultura de Cristina Iglesias es arte. Y en el arte contemporáneo hay una línea de sombra muy tenue entre el arte y la estafa, de tal modo que solo los expertos saben explicarnos cuando nos encontramos ante arte o no. Como los expertos no se hacen sino que nacen, ya porque otros expertos los reconozcan como tales, casi siempre polemizando con ellos,  ya porque se autoproclamen como tales, no habiendo una facultad universitaria de reconocido prestigio que emita indiscutibles títulos de experto, es un lío referirse a un experto. Además el mercado del arte es igual de fiable que la Bolsa, así que solo dios, un dios omnisciente que tuviera conocimientos de arte, podría certificarnos que la “Merda d’artista” es una obra de arte o una cagada verdosa expuesta para regocijo de su autor.



En el sistema del mundo del arte actualmente imperan dos criterios para saber si algo es arte: que alguien haya pagado por poseer la pieza en cuestión o que los turistas vayan a hacerse fotos junto a la obra, lo cual también genera dinero. Pero es obvio que ninguno de estos criterios nos sacan de dudas.


Una vez leí que un experto decía que una “cosa” era arte por la intención del artista de hacer arte. O sea que el arte es una tautología en bucle, los artistas hacen arte y el arte es lo que hacen los artistas.  Pero al final, en mi opinión, discutible como todas las opiniones, lo que cuenta es si el arte le “habla” a Ud. Y Ud. “responde”, esto es, si sus sentimientos, emociones, cerebro o cartera dialogan con el producto artístico.


Pero es que, cuando el arte es urbano, estamos hablando de dinero público, de arte pagado por un administrador de nuestro dinero y este administrador siempre presenta el gasto como una inversión en el bien común, mientras que sus administrados puede ser que vean un evidente despilfarro y que miren las comisiones ocultas, quién se enriquece con el coste de la instalación, quién recibe recompensas sociales y otras menudencias, sobre todo, cuando la obra es, una vez más, gratis.


El trabajo de creación se dona por el artista a la ciudad de nuevo. Este gesto no es conmovedor para mi, es lo que me recuerda, por otra parte, una frase que escuché a mi abuelo, Gustavo Massé Garraus, decir enfadado a sus dos hijos, mi padre y mi tío, en mi niñez y que tardé en comprender un tiempo: “¿Sin pagar? Putas por putas, las más caras son las gratis”


Con todos los respetos a la artista local, lo gratis siempre tiene un precio -como se dice en Internet al hablar del mercado de datos -, y, como en ocasiones anteriores, cuanto menor es el precio publicado mayor es la parte del precio ennegrecida, así que esa intervención en la Isla de Santa Clara puede que no sea un gigantesco cubo infantil enterrado o un monumento escatológico al doméstico orinal, pero es seguro que va a recoger mucha mala leche donostiarra inevitablemente.


Sin acritud, lo que conozco de Cristina Iglesias no me gusta, y como mi gusto es lo que cuenta en mi criterio, no me parece arte, me parece papanatismo para “entendidos”. Lo de Chillida no me entusiasmaba ni me entusiasma, los hierros forjados con el sudor de la frente de los herreros que los hicieron no mejoran el entorno en que se incrustaron, pero me gustan los dibujos de Chillida y ya nos hemos acostumbrado a verlos allí (Dejo lo de “excrementos férricos” aparte, para no generar más polémica). De Oteiza me gustaba el personaje más que su obra escultórica, que también me gusta, y su aportación a la bahía es tan modesta como estética, además de ser una compensación necesaria. Esperemos que se compense a Esther Ferrer, ausente del marco comparable, dándole la oportunidad de intervenir el sagrado corazón del monte Urgull, por una vez, recibiría mi aplauso.

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ART, Yasmina Reza, Acto 1º.:


Marc (Solo): Mi amigo Serge ha comprado un cuadro.

Es un lienzo de aproximadamente 1,60 por 1,20 metros, pintado de blanco. El fondo es blanco y si parpadeas, puedes ver cenefas blancas finas a través de él.

Mi amigo Serge es amigo desde hace mucho tiempo. Es un chico de mucho éxito, es dermatólogo y le encanta el arte.

El lunes fui a ver el cuadro que Serge había adquirido el sábado pero que llevaba varios meses codiciando.

Una tela blanca, con bordes blancos.

.../...

Marc: Serge, ¿No compraste este cuadro por doscientos mil francos?

Serge: Pero amigo, ese es el precio. ¡Es un ANTRIOS!

Marc: ¡Compraste este cuadro por doscientos mil francos!

Serge: Estaba seguro de que te quedarías en lo superficial.

Marc: ¡¿Compraste esta mierda doscientos mil francos ?!


Serge (Como solo): Mi amigo Marc, que es un chico inteligente, un chico al que he estimado durante mucho tiempo, en una buena situación social, un ingeniero aeronáutico, es uno de esos nuevos intelectuales que, no contentos con ser enemigos de la modernidad, derivan en una incomprensible vanidad.

Desde hace poco hay una arrogancia verdaderamente asombrosa en el seguidor de los buenos viejos tiempos.



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