Hace
100 años la muerte tomó impulso serbio para recordarnos que nacimos para morir
como individuos y como especie. Los alcohólicos militares -¿Hay militares que
no sean alcohólicos?, se preparan en estos mismos instantes para hacer matarse
a los ciudadanos ciegos que pueblan el apéndice europeo de Asia. Al fin y al
cabo para eso existen los militares, para adelantar la muerte inevitable de sus
congéneres con la bendición de los teólogos ateos de todas las religiones -¿Hay
teólogos creyentes?- .
No es
dulce morir por la patria, ni por los ojos de aquella morena, pero aquellos que
seguirán el marcador de bajas desde la barra de la “club house” están
invirtiendo nuestros ahorros en incrementar sus fortunas con nuestra muerte, para
lo que necesitan intoxicarnos con esas ideologías de las que ellos se ríen:
dulce es morir por “ucronia” y por el paraíso de ellos en la tierra, en el que
no se entra por el ojo de una aguja como un camello sino por el carnet de
socio.
Inevitable
es la guerra porque es evitable ¿Están los masters del universo interesados en
evitarla? Yo, que soy optimista, digo que no. Que están pensando en una guerra,
una más, controlada, pequeña y sin muchos “moros” –que las últimas guerras que
han probado tenían demasiado “moro” y los “moros” tienen muy mal perder-. Pero
a quienes vamos a morir en su guerra, para los que será nuestra última guerra
suya, la muerte se nos adelantará igual, igual que a los millones que hace 100
años fueron morir a una guerra que iba a durar de las vacaciones de agosto a
las de navidades.
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