Si
al delincuente no se le puede aplicar la circunstancia de “hurto
famélico” hasta el máximo grado, como eximente del castigo, es
hora de olvidar de compadecerse del delincuente,al menos de algunos
delincuentes.
Ya sé que constitucionalmente las penas tienen también un fin de reinserción y que, una vez condenado, la aplicación de pena debe de buscar esa reincorporación social pero… no hay que olvidar que la pena es una compensación, una devolución del mal que el reo ha hecho para dar una cierta satisfacción a la víctima y al resto de la sociedad. O sea que cuando la pena nos pareces justa o proporcionada al mal y se cumple en esa proporción, no tenemos por qué buscar la compasión en nuestro interior sino esperar que el sistema penitenciario cumpla su objetivo castigar y reinsertar.
Ya sé que constitucionalmente las penas tienen también un fin de reinserción y que, una vez condenado, la aplicación de pena debe de buscar esa reincorporación social pero… no hay que olvidar que la pena es una compensación, una devolución del mal que el reo ha hecho para dar una cierta satisfacción a la víctima y al resto de la sociedad. O sea que cuando la pena nos pareces justa o proporcionada al mal y se cumple en esa proporción, no tenemos por qué buscar la compasión en nuestro interior sino esperar que el sistema penitenciario cumpla su objetivo castigar y reinsertar.
Pero
lo que más me llama la atención en todas las campañas preventivas
del delito mediante mensajes genéricos, tipo “No a las agresiones
sexistas”, es el total desconocimiento de la mente del delincuente
que evidencian. Parece que se dirigen a unos inexistentes
delincuentes que leen o escuchan buenos consejos y los siguen. Ni
como abogado ni como víctima he conocido ese tipo de delincuentes.
He
sido víctima de unos delincuentes ocasionales una sola vez aislada, y he sido víctima durante largo tiempo de un delincuente vital que también lo
es profesional -hay delincuentes, los sexuales por ejemplo, que no
viven del delito sino que lo viven o se desviven pero pueden ganar su
sustento honradamente-, además de que yo he tenido relaciones
profesionales, incluso vivenciales, con delincuentes vitales y
delincuentes profesionales y me he hecho una idea de la mentalidad de
los delincuentes de estos tipos concretos.
Un
ciudadano que un día infringe la ley, es más o menos castigado, y
sale del delito, carece de mentalidad de delincuente. Por ejemplo,
quien me agredió planificadamente en mi despacho hace más de 10
años, lo hizo movido por un desequilibrio afectivo enorme, una
cierta irracionalidad personal, y el impulso que terceros le metieron
en su cabeza, éstos no atreviéndose a hacerme daño personalmente, todo
ello en una historia de traición y de cretinismo que supera
cualquier relato de ficción. Un episodio triste pero un episodio.
He defendido muchas veces a empresarios, trabajadores, funcionarios… que cayeron en la tentación una vez, incluso dos pero me resulta imposible considerarlos delincuentes, así que el castigo no les reinserta porque estaban ya insertados.
He defendido muchas veces a empresarios, trabajadores, funcionarios… que cayeron en la tentación una vez, incluso dos pero me resulta imposible considerarlos delincuentes, así que el castigo no les reinserta porque estaban ya insertados.
El
delincuente profesional, sin embargo, es habitualmente un ser que
vive del delito y para el delito 24 horas al día, 7 días a la
semana, 52 semanas al año y todos los años de su vida, no conoce
domingos, festivos o vacaciones… a veces acepta el castigo como
parte inevitable de su biografía, procurando que sea lo más leve
posible, y raras veces se logra su reinserción pero se puede hacer,
se le puede llevar a concebir otro modo de vivir, pero, mientras está
libre, vive en otro mundo lejano al mundo de sus víctimas por las
que no siente nada, más que odio cuando se le resisten, oponen,
denuncian o le llevan a la cárcel.
El
delincuente vital, el que es el delito encarnado, y que a veces es
profesional del delito, siendo el sumo grado del anterior
absolutamente, está fuera de todo circuito normal de reinserción,
no concibe una vida fuera de “su delito”y es extremadamente
difícil hacerle cambiar de vida. Este delincuente vital, si no vive
del delito, mientras está libre buscará cómo vivir, facilitándose
la comisión de “su delito” mediante su actividad económica y
está inmerso en un mundo personal, que los profanos tendemos a
confundir con la enfermedad mental, al que los mensajes de la
sociedad llegan filtrados por su sociopatía o sicopatía y, me temo
que, los agresores sexuales, delincuentes vitales, no conciben las
fiestas sin vivirlas como a ellos les gusta,agrediendo, así que
cuando las víctimas, a través de portavoces y autoridades salen a
la luz, sienten que la hora de actuar ha llegado.
Lo
anterior no es nada científico, ni políticamente correcto y es una
vergüenza quizá que, después de más de 40 años de profesión, no
tenga nada de fe en lo que llamamos Justicia y en su sistema
penitenciario pero, cada vez que se habla en público al delincuente,
intento pensar como un delincuente de los que he descrito y, por
ejemplo,el mensaje de “No agresiones sexuales en las fiestas” se
reduce para el delincuente sexual al balido de los corderos abandonados que, al
llamar al pastor, advierten al lobo de cuándo y dónde podrá
devorarlos para que éste sólo tenga que hacerlo.
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