Galtzgorri
habla mientras conduce. Los paisajes secos del verano, y el sol que
busca dejarlos sin el último matiz de verde que aun resiste en las
orillas de los ríos, contrastan con el aire acondicionado del coche.
Adormilado atiendo a su monólogo.
-
Desde mi rincón ateo más que agnóstico -dice-, desierto de todos
los dioses que los hombres hemos inventado e inventaremos para
explicar el absurdo de nuestra existencia consciente, pero con las
raíces judeocristianas de mi formación familiar y jesuita, observo
con admiración a esos creyentes que ponen su vela a dios y al diablo
en perfecta balanza, al dios del capitalismo y al diablo del
capitalismo que deben ser lo mismo, enriquecidos “robando” a los
pobres que es la única forma que el mercado da para el
enriquecimiento ya que “robar” a los ricos es lo más difícil,
además de ilegal y fuertemente penado, que puede hacerse en este
único mundo… dedican, después de su vida de éxito en la visión
que han creado de lo que es el éxito, un porcentaje de su inmensa
fortuna a compensar mediante “admirables” buenas obras las bajas
que han causado en la gente, en los soldados que, como siempre han
hecho los generales victoriosos y no, mandaron a morir en sus guerras
para lucrarse. Después de tratarlos como herramientas desechables,
útiles de bajo coste, para sus sucios negocios maquillados con los
espejismos que las relaciones públicas y el marketing crean, riegan
las pirámides de cadáveres con obras de fundaciones, dedican
voluntariamente fondos a la lucha contra el cáncer o a la educación
universal de futuros consumidores de las mercancías que sus
sucesores venderán al precio que fijen. Se reirán del poeta que
cantaba al poderoso Don Dinero pero ellos también compran pedazos de
cielo dejando caer migajas de su mesa a los perros humanos, mejor
dicho remitiendo migajas a las lejanas tierras de donde vienen las
masas que, más tarde que temprano, pueden obligar a las masas más
cercanas a saltar también las cercas de las urbanizaciones de lujo y
de las oficinas donde se deciden las nuevas formas de tortura social
de cada temporada de recortes sobre solo una
parte de las sociedades
occidentales. Ilustres ciudadanos que tienen la llave del poder, la
llave financiera que es la única que existe, y que no hacen nada
para solucionar los problemas de los barrios más peligrosos del
Estado porque podrían poner en peligro el poder delegado de sus
empleados en las jefaturas de los estados, en las presidencias de los
gobiernos, en los despachos europeos de las decrépitas instituciones
que nos han colocado… Admiro la ingenuidad que muestran enfadados
cuando hay quien rechaza sus regalos o cuando se les agrede a pesar
de sus esfuerzos para obtener el reconocimiento entre las víctimas
de su trayectoria profesional anterior. Admiro el cinismo que mueve
su total falta de ética para compartir mesa y mantel con los
inmorales que generaciones de corrupción han hecho florecer en el
segundo país más montañoso de Europa, el primero es Suiza, por
cierto, o con los burócratas del que quieren creer hijo de un dios
mayor en la tierra. Pero es lo que hay y me temo que habrá durante
mucho tiempo…
-
Ten cuidado con el radar al final de la cuesta -le advierto al
despertarme-.
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