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miércoles, 14 de marzo de 2018

EL HOMBRE DEL GATITO EN EL REGAZO


- ¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo el Padre -dijo el Espía chasqueando la lengua mientras les servían los dos crianzas, la barra del bar repleta de platos de pintxos no dejaba hueco apenas para las copas-, y eso es lo que pasa en Gipuzkoa con Eguibar, se puede decir que en Gipuzkoa ni un puto pájaro cae a tierra, sea un solar urbanizable o no, sin que Eguibar lo permita.
El Espía tenía la manía de confesarse con Galtzagorri cada dos o tres semanas. Aunque juntos en el centro del trabajo, el Espía no le hablaba a Galtzagorri durante la jornada laboral. Galtzagorri estaba en una incómoda situación en la empresa, un verso suelto que no encajaba y la situación de mobbing le había llevado a tener que inventarse tareas cada día para no aburrirse durante la jornada laboral. Y el Espía era una especie de responsable de Politburó soviético en la empresa, se había hecho con el poder y no lo soltaba, como Stalin solo la muerte podría hacerle abandonar la jefatura, controlaba la información sobre los demás miembros tanto sobre sus vidas profesionales como sobre sus vidas personales, sobre todo sobre sus actividades sexuales. Galtzagorri, solía decir el Espía a sus hombres de confianza, era para él como un furúnculo en los testículos y por eso era objeto de un especial y silencioso seguimiento, sin embargo, periódicamente el Espía atrapaba a Galtzagorri al acabar la jornada laboral y le adoctrinaba sobre vidas ajenas, siempre personas importantes de la vida donostiarra o guipuzcoana, de las que el Espía controlaba, con una memoria prodigiosa, también toda la información imaginable y no imaginable sobre sus vidas o le relataba historias increíbles, increíbles para Galtzagorri, de sexo y delitos de esos mismos personajes guipuzcoanos con los que el Espía compartía protagonismo en aquellas aburridas y pornográficas novelas.
- Eguibar es el hombre del gatito en el regazo, como en las películas de James Bond el jefe supremo de SPECTRA, el que está detrás de todos los planes para dominar el mundo y al que solo se le vé la mano que acaricia un gatito blanco -el Espía pagó las consumiciones, nunca dejaba pagar a Galtzagorri, y ambos salieron a las calles del barrio de Gros-, pero esa mano es la que decide qué pájaro vuela a esa rama del árbol, qué pájaro a esa otra rama, qué pájaro come alpiste, qué pájaro se deja caer al suelo… si no lo quieres entender, estás más perdido en Litzarza que un vasco borracho en una calle de Pekín.
Galtzagorri callaba, no había forma de interrumpir aquella verborrea, pensaba en la cena que tenía que preparar para una visita femenina en su apartamento, y a su encéfalo solo llegaban ecos de cuentos de Bocaccio protagonizados por pijos, en todos los sentidos del término, que se creían la “créme de la créme” del balneario hecho capital guipuzcoana.


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