Una serie de
noticias sobre condenas judiciales a jóvenes artistas y otras
decisiones judiciales o administrativas ponen de relieve que la
censura a la libertad de expresión está muy viva en España en
nuestros días, tan viva como la propia libertad de expresión.
El poder no gusta de
la crítica social, el poder quiere la adhesión de los ciudadanos
incluso en las sociedades democráticas. Aunque se haya llegado al
poder legalmente, mediante un sistema electoral refrendado por un
ordenamiento jurídico ciertamente aceptado, el poder intenta seguir
siendo el poder en el alma de cada uno de sus ciudadanos todos los
días, así que la denuncia a sus fallas, a sus errores, a sus
infracciones a esa misma legalidad, provocan en el poder, en vez de
una voluntad de autocorrección de las causas que han podido provocar
esos ataques, una reacción de defensa represiva contra quienes, con
más o menos fortuna, alzan la voz y, como los mecanismos del poder
son inmensos, los críticos son obligados a callar, la fuerza del
Estado se impone a la voz del ciudadano, usando el Código Penal
extensa e intensamente y evitando de usar la inteligencia para
aprovechar lo que esas voces señalan en forma positiva para el
conjunto de la sociedad.
El poder en España,
como en toda sociedad humana pero más en España, es hereditario en
gran parte y se representa por la existencia de una monarquía
constitucional, una monarquía fracasada a nivel social entre las
capas sociales cuya herencia es la desprotección, la precariedad
laboral, la explotación económica, la incultura ambiente, la
frustración que lleva a la resignación abúlica o a la ira
permanente.
No es la monarquía el verdadero objeto de los actos castigados estos días sino la evidente injusticia de nuestra sociedad que, a pesar de la inmoralidad tan extendida, resulta inaceptable para estos jóvenes bocazas que solo tienen sus palabras como arma de fogueo.
Conociendo un poco a
las personas que conforman el funcionariado judicial en España, no
se puede ser optimista sobre su interpretación y aplicación de las
normas que el poder se ha facilitado en esa lucha contra la crítica,
contra la molesta libertad de expresión, y, por ello, tenemos que ir
a derogar esas leyes cuanto antes.
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