- « Qu’un juge soit con est inévitable, qu’un con soit juge est une catastrophe », me dijo un colega francés hace unos años, a la salida de una vista en una ciudad del Suroeste francés. Y tomando copas por Donostia se lo traduje a un magistrado de la audiencia por « Que un juez sea gilipollas es inevitable, que un gilipollas sea juez es una catástrofe », después que él me dijo que, compartiendo sala con cierto juez bien conocido por sus gilipolleces en nuestra ciudad, se veía obligado a estar siempre atento para no firmar sentencias que contenían alguna de las perlas del sujeto. Le debió de hacer gracia la frase, porque de vez en cuando me llegan ecos que, ahora en altos destinos del poder divino e infalible de Madrid, la suelta de vez en cuando, unas veces en su francés, otras veces en español.
- Eso me lo has contado ya, pero era una jueza a la que se lo traducías - le contesta su joven colega "El negrito"-, mientras desayunabais "post coitum".
- Nunca te he hablado de mis relaciones íntimas con señoras, nunca lo he hecho - se enfada siempre Galtzagorri cuando se le toca el tema -. No es mi estilo.
- Cierto es, nunca has dicho nombres, pero por un lado fuentes fidedignas te han relacionado un par de veces con solitarias damas de puñetas que ahora andan por la villa y corte - Negrito sabe la rutina aduladora para el viejo crápula-, y por otra parte cambias el sexo de tu juez oyente en función de los gintónics en que hayas hecho inmersión la noche en que me das la brasa.
- Bueno, bueno, sabes perfectamente que lo que quiero decir es que el sistema de selección y promoción de la carrera judicial es una verdadera aberración, que así es un milagro que haya jueces en la judicatura, porque algunos hay que son jueces, que es un fenómeno inexplicable que buenas personas y buenos profesionales consigan llegar a ocupar los estrados a pesar de que el sistema está pensado para que solo exista una república de los necios en esa función pública...
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