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miércoles, 12 de febrero de 2020

IRUÑA – VELEIA

Por razones personales, yo fui bastante escéptico con los primeros anuncios de los hallazgos sorprendentes en el yacimiento de Iruña de Oca. Luego seguí los extraños primeros rebotes de lo que se convirtió en un culebrón y me quedé con aquellos comentarios de que las inscripciones se habían hecho con un bic, quizá esto fue lo que desencadenó mi curiosidad porque me recordaba un viejo asunto profesional en que un documento fechado antes de la popularización del bolígrafo en España estaba elaborado con uno de ellos y, sin embargo, a pesar de estar fechado en una remota y bastante aislada población podía ser auténtico o no.
Oficialmente se determinó que los hallazgos eran un intento de estafa al erario público a través de la empresa que pagaba los esfuerzos arqueológicos y se echaron toneladas de mierda sobre las excavaciones y sobre los excavadores.
No llegaba a borrarme de la cabeza aquella historia y, a pesar del silencio imperante, procuraba seguir el tema, atascado en los juzgados, con las opiniones cruzadas de tirios y troyanos que, como jacobino, me parecían malamente teatrales.
Ahora está el juicio, en el que no estoy presente y no he leído el sumario, así que leo lo que se publica en los medios de difusión generales y en los medios de quienes defienden la honrada conducta de los descubridores, del llanero solitario en estos momentos, sometidos a la pena de banquillo y titulares.
Lo importante es la sentencia, lo que dicte Su Señoría dentro de un tiempo, lo que se está diciendo ahora, el relato del juicio, tiene importancia para el honor de las personas que están siendo juzgadas, su honra va recogiendo más capas de suciedad que una letrina de campamento escolar.
Ya he dicho otras veces que, en un juicio, lo contrario de la verdad no es la mentira sino otra verdad. Uno tiene tendencia a ponerse a favor del más débil indudablemente, así que me gustaría que lo que se difunde en los medios generalistas recogiera la verdad de los que defienden pero es imposible, la prensa hace tiempo que vendió su alma al poderoso, así que me quedo con la esperanza de que las voces de quienes quijotescamente pelean por hacer oír esa verdad sean las voces de la verdad judicial y que la sentencia restablezca esa honra y así los científicos puedan acceder a esos hallazgos tan defendidos de ellos por venenosas serpientes, de las de verdad y no de las de efectos especiales. Evidentemente mi esperanza es solo eso, esperanza.

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