Hoy es 28 de mayo de 2014 y ha sido mi primer día de clase
como profesor. He dado de 8 de la mañana a 9,45 una clase a un grupo de jóvenes,
la clase trataba de un tema de Derecho Laboral, una materia tristemente de
actualidad: la extinción del contrato de trabajo.
Puerto de San Sebastián (Euskadi, España) (Photo credit: Wikipedia) |
Entre ambas fechas han pasado muchos primeros días de clase –siempre
han sido primeros porque nunca he sabido si iba a ver el siguiente, incluso a
veces ha sido milagroso que hubiera un siguiente-, hasta llegar a este último
primer día de clase en la
Universidad de Deusto, campus de Donostia. Empecé en los EUTG
y he acabado en la Universidad de Deusto.
He aprendido mucho y he olvidado más, gracias a los 4.699
alumnos que he tenido –podéis contarlos en los archivos y registros de la Universidad entre la ESTE , EMI, Grados, Masters,
Cursos, Aulas...-, y que me lo han aportado. Estoy muy agradecido a todos y
cada uno de ellos, aunque luego la vida me los haya devuelto a veces como el
mar devuelve restos de cualquier cosa a la playa o como soldados enfurecidos
sedientos de sangre enemiga... que de todo he encontrado.
También he tenido compañeros de trabajo inmensos, que me han
soportado por oficinas administrativas, bibliotecas, librerías y despachos, además
de aguantarme en las desaparecidas salas de profesores, cafetería o comedor...
bedeles, limpieza, hostelería han sido mi hola y adiós frecuente de estos años.
Y los otros colegas, los del claustro –con los que ya han partido a fumar en
silencio el eterno cigarrillo que nunca se deja, en mi recuerdo- y los de los
claustros de al lado Idiomas, Turismo, Filosofía, ahora Humanidades, colegas
que ahí están, preparando el burocrático comienzo del siguiente curso, colegas
con los que espero seguir departiendo en el futuro y quizá colaborando en
menesteres más lúdicos que los que nos han dado un salario, escaso pero
salario, estos años. Porque enseñar ha sido lúdico, me han pagado por lo que me
gustaba y esto me ha motivado.
Aquel primer día de clase de 1978, mi mujer –Isabel era
profesora de inglés en los EUTG-, me invitó a algo en el bar de debajo de casa,
el Aloña, no me acuerdo qué tomamos, solo me acuerdo de ella, riéndose y
fumando un cigarrillo en la barra, antes de subir. Hoy es ella la ausencia, la única
ausencia.
Antxon:
ResponderEliminarEnhorabuena por haber llegado con tanta fuerza a este primer día de clase.
Un fuerte abrazo.
Juanjo