Estadio de Anoeta (Photo credit: Teniente Gorb) |
Un
centro cultural, un estadio de fútbol, una catedral, un museo, una estación de
tren, una terminal de aeropuerto… esas
grandes construcciones que tienen tiempos de vacío, unas breves tiempos porque
los usuarios habituales no las emplean determinadas horas o días, algunas otras
pasan su tiempo vacías pero unas temporadas u ocasiones más o menos frecuentes
dan cierto sentido a su existencia, otras nacieron para ser poco habitadas,
solo los curiosos o públicos minoritarios se acercan a disfrutar de su contenido
y, por fin, otras nacieron abortadas, excesivas, son fracasos de los que las
soñaron o éxitos egoístas de los que se enriquecieron con su promoción y
construcción.
Tabakalera,
Estadio de Anoeta, Bellas Artes, Kursaal, Illunbe, Velódromo, Balda… y el Bellas Artes –último trofeo absurdo del
ñoñostarrismo militante-, no sé si esta
enumeración es limitada o excesiva pero se me aparecen frecuentemente como
vacías cáscaras. Si ampliamos el horizonte a Gipuzkoa habrá más, o si nos
fijamos en la Eurociudad transfronteriza o en un círculo de apenas 100 kms.,
esto es, hasta Bilbao ¿Cuántas cáscaras gigantes de ostras religiosas,
culturales, deportivas y demás nos pueden salir?
Su
necesidad se me escapa pero su coste no. Han costado dineros públicos, pesan
sobre presupuestos recortados y se pide que se inyecten más en su reforma,
ampliación o en la multiplicación de las existentes. Siempre hay estudios que
los justifican social o económicamente – para eso se encargan los estudios,
para justificar el desembolso previsto que se incrementará hasta el infinito
después-, ante quienes quieren creérselos
y no hacemos nada para evitarlo.
Quizá
es hora de fusionar actividades, de cortar negocios, de racionalizar gestiones
y de sacar al mercado algunas de esas cáscaras vacías ¿Quién le pone el gato a
este cascabel?
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