Los niños arrojan
migas de pan a los patos del estanque, los dos abuelos, que los
controlan más o menos, charlan de sus cosas, sus respectivas esposas
andan de rebajas por las tiendas de la zona, por azares del clima
hace unas horas que no llueve.
- En las primeras
películas de James Bond siempre había “el hombre del gatito”
que era el jefe de los malos, de la organización criminal Spectra,
al que nadie le veía la cara. Mi difunto socio decía que toda
organización necesita un “hombre del gatito”, un cerebro de
maldad que esté detrás, fuera de foco. Como era un poco paranoico,
cada vez que se imaginaba una trama conspirativa en un asunto,
preguntaba quién era “el hombre del gatito”.
- Cuando se murió
en las circunstancias en que se murió -Iñaki Zabaleta, el otro
abuelo de este cuento, recordó-, algunos pensamos que lo había
matado “el hombre del gatito”.
- Antes, en nuestros
tiempos infantiles, cuando tú y yo veníamos al estanque a dar de
comer a los patos, no hacía falta “hombre del gatito”, el que
movía los hilos de la red del poder era el Gobernador Civil y Jefe
Provincial del Movimiento, como era la encarnación de la dictadura
de la derecha en la provincia, él era quien ponía a los de la
Diputación, al de Hacienda, al de la Caja de Ahorros, a los de las
Sociedades Públicas, al Presidente de la Real, al director del periódico, a los Jueces y Fiscales… todos debían su
cargo y su carrera al Jefe Provincial del Movimiento.
Edorta Soroa miró
hacia el escudo de piedra, los dos várdulos vigilaban con sus porras
enormes a los viandantes de la plaza.
- Ahora, apenas pasa
lo mismo.
El várdulo inmóvil
de la derecha pareció cambiar su adusto gesto por una sonrisa pero
solo fue la imaginación de Edorta.
- ¿Nos vamos a
merendar al batzoki de lo viejo?
- Vale ¿Te das
cuenta? Hace cincuenta años nuestros abuelos hablaban en vasco para
que no entendiéramos lo que decían cuando hablaban de “cosas de
mayores” y ahora hablamos en castellano para que nuestros niños no
se enteren,
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