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miércoles, 6 de diciembre de 2017

JOHNNY HALLYDAY

JOHNNY HALLYDAY
En aquella Donostia de shirimiri permanente, durante el estado de excepción verdadero y eterno, cuando el acné nos anunciaba que las reprimidas hormonas querían llevarnos a la normalidad de nuestra generación y las vecinas rellenaban con bolas de papel sus sostenes de uniformes de monja, desde la tienda de discos de Hendaya traíamos los microsurcos a 45 rpm para los guateques del domingo y el twist hacía funciones de calentamiento para los slows en que podíamos olfatearnos nuestras mutuas frustraciones. Luego Salut les Copains nos empezó a traer las letras que musitábamos traducidas a los oídos de aquellas musas que nos visitaban en verano, incluso llegó a actuar en una Gala de los lunes del tenis, los posters con chinchetas en las paredes para desesperación de nuestras madres nos incitaban a prohibidas imitaciones y nos fuimos haciendo mayores y él estaba allí, sudando como siempre, sacando éxitos de sus transformaciones sucesivas, referencia francesa de nuestra educación, placeres nostálgicos de la radio del coche, sus películas no eran tan malas, para nosotros, como decían los críticos.
Johnny ha muerto y una era ha muerto: Let’s twist again!!!


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