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viernes, 2 de enero de 2015

NOELTZERO, CUENTO VASCO DE NAVIDAD

Euskara: Olentzero Beasainen. Gipuzkoa, Euskal...
Euskara: Olentzero Beasainen. Gipuzkoa, Euskal Herria - Olentzero in Beasain. Gipuzkoa, Basque Country (Photo credit: Wikipedia)

Felipe -“Shelipe” para sus conocidos-, era putero. Putero de toda la vida. A los 16 años salió del caserío y fue de putas.  Más de 50 años más tarde sigue yendo con regularidad de putas. Tiene que estar muy grave y lo ha estado recientemente, una operación que le ha dejado una cicatriz desde el cuello hasta el ombligo le ha tenido unos meses retirado, pero salió de la clínica y tardó dos días en irse a “echar el palo”; expresión desagradable donde las haya, pero que es la que Shelipe usa cuando habla del tema y habla porque no entiende que ningún hombre de los que conoce pueda no ir de putas, así que, siempre que solo haya hombres alrededor, cuenta las mil y una anécdotas que su  experiencia putera le ha llevado a vivir. Ahora jubilado, traspasado el negocio, vive confortablemente con su mujer –a la que supone totalmente ignorante de su conducta puteril-, y es un abuelo cariñoso con sus nietos. Shelipe no sabe, nunca ha querido saber, de tratas de blancas, esclavas sexuales y demás “zarandajas” con las que andan algunos hipócritas, como uno de sus yernos, un gafapasta de abogado que hizo comentarios muy desagradables sobre eso porque habían abierto un “puticlub” en el barrio. Shelipe conocía al patrón, amigo suyo de la infancia, que siempre había estado en “ese” negocio y al que incluso le había prestado dinero después que sus problemas con la Ertzaina le habían dificultado abrir aquel establecimiento.
Para Nochebuena Shelipe tiene que soportar a sus dos yernos como condición para ver a los nietos que han producido con sus dos hijas y además, como vestido de Olentzero, es el que lleva los regalos durante el aperitivo de la suculenta cena, los yernos no pueden empezar a emborracharse, condición necesaria para luego discutir airadamente durante la cena, hasta que él no llega.
Y este año Shelipe se retrasaba, ya había pasado media hora de la prevista y no estaba en casa. Así que la inquietud entre hijas y yernos iba creciendo, la etxekoandre no se inmutaba, miraba el reloj con enojo e impedía que su hija mayor llamara a urgencias –el móvil de Shelipe tenía ya una docena de llamadas perdidas-. Transcurrida ya una hora, la mujer llamó a sus yernos a la cocina y, a puerta cerrada, le dio las instrucciones precisas para encontrar a Shelipe.
El “putetxe” estaba triste, un par de espumillones de una botella a otra en la barra, cuando los dos cuñados entraron. Detrás de la barra el amigo de Shelipe y delante éste, sentado en un taburete, los pantalones dejaban ver su calzoncillo a pesar del blusón negro del uniforme de carbonero que incluyendo boina, pipa, capones, botella de vino, cara tiznada… el industrial jubilado portaba. Una mulata le escuchaba atentamente, en equilibrio desde otro taburete, mientras le acariciaba la nuca. Y Shelipe, lo pudieron oír perfectamente ambos yernos, disertaba.
-          Tendría que ser Noeltzero en vez de Olentzero pero en Oiartzun nos hicimos un lío con las letras que las pronunciábamos mal y así se quedó, Olentzero ¿Me sigues Alma María?  


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