Después de la
experiencia de estar sordo total de un oído y notablemente sordo del
otro, una vez recuperado este sentido tan importante por un
tratamiento francés de choque, esnifando cortisona y antibióticos
hasta dejarme los músculos de algodón en copos, he pasado una
revisión con un especialista donostiarra. El otorrinolaringólogo me
ha tranquilizado estoy casi igual de sordo que antes del incidente
bacteriano: sigo sin oír agudos, esto es, me pierdo voces de mujer
en general, violines -por eso la Orquesta de Euskadi me parece que ha
mejorado tanto quizá-, y en los bares no entiendo nada de las
charlas. Hay la opción de ponerme aparato y sumergirme para siempre
en el mundo del altavoz junto al tímpano pero me resisto por ahora,
la imagen de mi padre con sus aparatos me persigue aún.
las salas de
justicia, me obliga a dirigirme a ellas educadamente y a pedirles que
vocalicen, lo que demasiadas veces es inútil porque algunas dejaron,
además de la más mínima urbanidad, su humanidad enterrada en las
oposiciones que sacaron para obtener una silla tapizada eterna bajo
su culo pero esto no es correcto decirlo, así que no lo digo, lo
escribo (Leer es un esfuerzo enorme para mucha gente y entender,
entender, es algo imposible).
Hace años tenía
una novia, o algo así, que se enfadaba mucho cuando yo no le entendía
a la primera lo que ella decía y se lo hacía repetir, cuando lo
dejamos la otorrinolaringóloga a la que entonces yo iba, una
excelente doctora donostiarra, me explicó lo de la sordera tonal,
esa sensación de retraso en la audición de las voces femeninas que
tan incómoda es en la vida de pareja, después de hacer constar que
no se ha oído, este tipo de sordo muchas veces responde
correctamente, cuando ya todos los sonidos se le han ordenado en el
cerebro, consecuencia: “No oyes porque no quieres oír”. La
siguiente relación me acompañó a la consulta porque creía que yo
le estaba tomando el pelo y nunca le perdonó a aquella santa mujer
del hospital que me brindara tal coartada para mis crímenes de
desatención -a mi no me perdonaba mi libertad interior así que la
tuve que exteriorizar huyendo-.
En resumen: si te
miro a los labios es porque te quiero entender además.
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