En este
pequeño país existe un país, un país etnocéntrico que es la corte de Sabino
para mí, jacobino trasnochado, pero que a veces es la única imagen que ven los
de fuera del país y lo que es peor que vemos los de dentro, los habitantes convivientes
los unos con los otros y los otros con los unos. Y Kofi viene y no sólo porque
hayamos logrado recientemente que la cocina sea universidad -además de que la
universidad sea potaje mucho antes-, pero desde el neolítico en que iniciamos
nuestra ontológica relación con los alimentos
hemos alcanzado la meta de que ahora
el Gaudeaumus Igitur sea cántico de sociedad gastronómica. A este país
viene Kofi, es de esperar que con el GPS bien actualizado porque aquí va a
comer bien, mejor que en Irlanda –que no tiene Irish Culinary Center o como se
diga en gaélico- ya que Irlanda es la comparación típica vasca - aquí todas las
comparaciones son irlandesas, mientras que en Irlanda deben seguir siendo
odiosas-.
Aunque
hemos perdido tantas veces las referencias cardinales en nuestra geografía que
Euskadi está lo mismo entre Irlanda y Escocia como entre Serbia y Kosovo, es
una utopía en la que somos albanokosovares respecto de los españoles y serbios
respecto de los alaveses y sobre todo respecto de los navarros inabarcables de
otro modo. Y a la vez somos una ucronía de matxinada permanente, esperemos que
Kofi lo tenga en cuenta cuando sea recibido en la sede de la Once (O de Onkarri
o Lokarri o como se llame por el momento la noOng ésa que ha organizado el cónclave
cardenalicio).
Pero
los ciudadanos queremos inyectarnos esperanza en vena, esperanza de buena
calidad, aunque nos la traigan los comandantes Jone, Iñigo, Arnaldo, Rufi… y
demás poderes fácticos que están en la pomada de este pequeño pequeño país. Quizá
porque esperamos que esta vez sea la buena, que los comandantes sean ciudadanos
también, hasta en el adn –creamos o no que exista el trasplante de adn-, y no
queremos mirar si asoma una garra de lobo bajo el Armani impecable que mañana
se pondrán para recibir a Kofi.
Y,
aunque ni en los cuentos hay lobos vegetarianos, todos esperamos ver pasar su
carroza tirando de los ratones convertidos en caballos, porque en este país pequeño nos creemos que las
carretas tiran de los bueyes tanto como Kofi se lo pueda creer.
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