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viernes, 9 de octubre de 2015

AGUIRRE DE ESPERANZA Y DE DOLORES

Cuando Esperanza abrió los ojos solo vio obscuridad, negrura, poco a poco se fue convirtiendo en penumbra pero nada reconocible en principio. Lo que primero por fin reconoció fue el olor, el olor a estércol, excrementos, orines, paja, olor de ganado... ¡El olor de los corrales de la plaza! Desde niña conocía los corrales y aquel olor le hizo reaccionar y avanzar, pero no pudo, sus cuernos tropezaron con una pared de madera, pero una pared o quizá una puerta ¿Cuernos? Esperanza se dio cuenta de que tenía cuernos. Cuernos como un toro de lidia, y patas, no es que estuviera a cuatro patas, es que tenía patas y pezuñas, y rabo, y… huevos ¡Le colgaban unos testículos como balones! Era una pesadilla. "Esperanza estás soñando" se dijo, y golpeó con el testuz contra el obstáculo y notó que el golpe, sin despertarle, le recorría la envoltura craneal y le llegaba al fondo del cerebro. Tenía cuernos y además afeitados, le habían retocado las puntas, "Están recortados" lo decía, se lo decía a sí misma, con la seguridad de la experta.
Si hace un momento se había tomado el segundo gin tónic en la barra del Club de Campo ¿Qué hacía ahora hecha un toro encerrado toda una lideresa del Partido Popular? Aun tenía el sabor del gin tónic en los belfos cuando se acordó del camión de Campsa que se le vino encima. "Estoy muerta - la revelación fue inmediata-. No estoy en coma en una UVI, estoy muerta –constató repetidamente-, y se ha producido la trashumancia de las almas, los hindúes de Calcuta tenían razón,
ni puerta de San Pedro ni nada, mi alma se ha traspuesto a un toro ¿Cómo se decía eso? Reencarnación, me he reencarnado en un toro bravo". Entonces oyó la música, se fue dando cuenta de los ruidos de la plaza, del murmullo de la gente, de los gritos de los niños y de una voz desagradable que hablaba y hablaba encima de ella, una voz familiar, muy familiar, la voz de Federico. “A pesar de los intentos de los rojos-separatistas amigos de los gorileros dictadorzuelos sudacas, sí sudacas, por impedir este homenaje, aquí nos encontramos para rendir homenaje a nuestra querida amiga tan trágicamente desaparecida para mayor mal de este país, que en gloriosos días fue España ¿Y qué mejor homenaje que la Fiesta Nacional? ¡¡Esperanza te brindamos, estés dónde Dios quiera que estés, esta corrida de toros por suscripción popular!!” “Federico, que estoy aquí, debajo de ti” Esperanza dijo claramente. “Oigo mugir bajo mis pies el primer ejemplar de la ganadería de Dolores Aguirre que está deseando saltar al ruedo a demostrar su raza, su raza española, su bravura de Aguirre” Esperanza tuvo miedo al oír las exaltadas palabras, pero inmediatamente le cayó un saco de cemento de 100 Kg en el lomo, fisurándole un par de vértebras lumbares y  volvió a protestar. La música y el ruido ambiente cambiaron, oyó el clarín y se cagó de miedo, se cagó y se meó todo a la vez. Se abrió una trampilla encima de ella e intentó explicar al que estuviera allí quién era ella y lo único que recibió fue una puñalada en el morrillo, un clavo ardiendo que le entró hasta la última neurona del cerebro, de su cerebro de Esperanza y de bovino. Así que cuando se abrió la puerta del chiquero salió hacia la luz del ruedo, enfadada muy enfadada, "Se iban a enterar  aquellos de lo que era una brava Aguirre enfurecida".
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Al día siguiente, el prestigioso cronista taurino escribió: “El primer toro de la tarde, de aspecto impecable, fue recibido con una estruendosa ovación por los aficionados que habían acudido al homenaje a nuestra trágicamente desparecida gran dama de la política. Y esos aplausos fueron los únicos que se oyeron hasta su arrastre posterior. Con un trotecillo ebrio el morlaco intentó repetidamente saltar la barrera, continuando su cobarde comportamiento ante los caballos, que emboscándolo entre ambos acorazados consiguieron lancearlo más que picarlo, hasta que el presidente cambió el tercio pero no hubo tal, no se puede escribir que hubiera tercio de banderillas, cuando solo se consiguió engancharle un garapullo entre el rabo y la nalga. El maestro a pesar de su arte y su sabiduría no consiguió sacarle más que dos ayudados por alto y ésos arriesgando su vida ante los dos candelabros que lucía aquel buey descastado y con eso se acabó la faena porque luego matarle fue titanesco, perdimos la cuenta de los pinchazos y metisacas en que se convirtió lo que más que el momento supremo fue la suprema agonía, hasta que un bajonazo atravesado degolló al mal bicho cuando sonaba el tercer aviso. La bronca solo se interrumpió cuando el maestro por sorpresa se cortó la coleta y se la entregó a sus compañeros de cartel, dejando estupefactos a todos los concurrentes.”
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Puestos en contacto, meses más tarde, con la clínica marbellí, en cuyo “secadero” se desintoxica el maestro desde su repentino y prematuro retiro, no hemos obtenido declaraciones suyas, por lo que las últimas palabras que nos constan son las que dijo aquella última tarde de toros en La Monumental de Madrid: “Sus ojos, sus ojos ¡Qué mirada!”

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