English: A woodcarving of Belial and some of his followers from Jacobus de Teramo's book Buch Belial (1473) (Photo credit: Wikipedia) |
Nos encontramos en un decorado que representa un bar de
copas. Hay un camarero detrás de una barra, puede que sea un ser vivo puede que
sea un humanoide autómata. No hay otro cliente más que el abogado, mal sentado
sobre un taburete, un gin tónic acaba de ser servido sobre la barra. Hay música
ambiente, quizá una samba en versión un poco jazzy. Sobre la música se oye la
voz del letrado que parece hablar a la copa.
CRISTOBAL: La primera vez que vi al diablo lo vi encarnado
en un jesuita que fumaba cigarrillos egipcios y bebía whisky Dimple a las 8,30
de la mañana en la Comercial de Bilbao. Mefistofélico –no sé cuál de los
infinitos nombres del maligno era el suyo pero el adjetivo le encajaba-, me
hizo todo el mal que pudo en unos minutos hace unos 45 años y así el mundo se
perdió un economista pero el diablo y la carne se ganaron un abogado.
En todo este tiempo he vuelto a ver al diablo, unas veces se
me ha aparecido como un mestizo del Naranjito y del Sr. Patata en medio de un
parque de atracciones para llamar mi atención sobre una mamá morena que “mono
parentalmente” cuidaba a su niña mientras yo cuidaba al último de mis retoños,
para luego hacerme la faena de provocarme mi primer gatillazo en aquel adúltero
lecho al que la “resistible” tentación me había llevado…
Otras veces he visto al diablo, no sé si sería el mismo
diablo u otro, con todos los atributos del diablo, unos cuernos rojos enormes,
más de ciervo que de cabra, unos ojos de fuego, una máscara dorada brillante,
un cuerpo musculoso asomando debajo de una armadura de oro también y la cola
del diablo acabada en una punta de flecha que señalaba hacia el dinero fácil,
la cooperación necesaria con el
delincuente de cuello blanco y corbata de seda, el paraíso fiscal a la vuelta
de la esquina de un banco inglés junto a un lago suizo, mientras me mostraba el
más bello paisaje alpino con las cumbres blancas como la más pura cocaína. Y caí
en aquella tentación para luego vomitar sangre por los palcos de los mejores
estadios de fútbol del planeta mientras mis clientes me ponían los cuernos sí
los cuernos, con otros abogados más jóvenes y menos escrupulosos que yo,
todavía.
El diablo con toga y puñetas no sé si es Satán, Satanás, Lucifer,
Luzbel, Belcebú, Mefistófeles, Belial, Samael, Mara o Pedro Botero… pero
existe, lo he visto con mis ojos. Es un funcionario implacable, hecho de
soberbia y egolatría, que busca dejarte marcado con su garra de la justicia
pero que odia la justicia, que tiene todos los sexos bajo su toga negra, ropaje
que le da todo el poder y que lo hace invisible, que se pregunta cada mañana
¿Quién como dios? Y se responde firmando resoluciones de vida y de muerte…
Guárdame la copa, me voy a echar un pitillo.
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