Capricho nº 75: ¿No hay quién nos desate? de Goya, serie Los Caprichos (Photo credit: Wikipedia) |
Ayer, hablando con un colega, me
contó que fue con su cliente, una mujer agredida por un canalla y su banda que
yo conozco bien, a recoger la orden de alejamiento que había solicitado en el
Juzgado de Instrucción. El abogado y su cliente se encontraron con la
desagradable sorpresa de que se había denegado. Por cierto, a mí me pasó varias
veces con varias personas, entre ellas tres mujeres objetivo predilecto de este
cobarde individuo, que ante sus acosos pidieron esta mínima medida de
protección que les fue denegada. Volviendo al compañero, éste al leer la
resolución, exclamó en voz alta:
-
¡Esto lo hacen porque no les pasa a sus putas
madres!
El exabrupto le costó una
reprimenda de su propia cliente y solo las miradas de sorpresa y quizá de complicidad
de los empleados del Juzgado. Por derivadas posteriores que he ido conociendo y
que me extrañaban por no merecerlas este abogado, hoy tengo la impresión
personal que la expresión que la sincera opinión así expresada llegó a oídos de
la cadena de mando judicial de la provincia.
Estos días, salen noticias de
tratamientos judiciales escandalosamente injustos a víctimas de delitos y
también a algunos delincuentes, antes de opinar sobre los jueces que las dictan
yo me solía hacer una pregunta: “¿Con quién toma el aperitivo Su Señoría?” La
respuesta a esta pregunta me suele dar una explicación de lo que subyace en
muchas resoluciones judiciales, esto es, ese juego de intereses personales, de
poder, de relaciones, de “banco de favores” que es propio de lo que llamamos
Justicia. A partir de ayer me hago una segunda pregunta: “¿Quién es la madre de
Su Señoría?”.
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