La
sociedad vasca, acostumbrada a ganar medallas en todos los sectores,
se encuentra con la bofetada del informe Pisa y, por fin, puede
reflexionar sobre el “sistema educativo” pero para hacerlo se
necesita tomar distancia y alejarse del ruido de las tradicionales
alabanzas y de los prejuicios temerosos críticos.
Previamente
hay que sentar que se educa más fuera de la escuela que dentro pero
solo se mide y se publica lo que se encuenta dentro del sistema de
enseñanza, así que no es solo el sistema educativo vasco
institucionalizado el que ha recibido la advertencia, la ha recibido
toda la sociedad civil vasca, responsable de preparar las
generaciones futuras para vivir en este valle de lágrimas y no solo
responsable de transmitirle el idioma y la identidad nacional para
que los que no los tienen, como en el chiste bilbaino, “se jodan”.
Así
que es un buen momento, todos lo son, para auditar lo que hacemos,
para dejar de mirarnos el ombligo -el ombligo que esconden los
michelines de nuestra oficial cultura vasca, la cocina-, y mirar
lo que hacen nuestros jóvenes en edad de producir ¿Qué porcentaje
de ni-nis tenemos? ¿Qué hacen nuestros jóvenes al acabar sus
estudios en la edad en que los den por acabados? ¿A qué paises se
van los que se van y qué se llevan? ¿Qué han recibido de nosotros
como herramientas para la vida?
Y
tomar decisiones, que trascienden el sistema educativo pero que
indudablemente le deben afectar, sobre la concepción del mundo y de
la vida que tenemos y que dejamos en herencia ahora para modificar,
si no todo, sí mucho. Claro que esto es muy doloroso, que es
arrancarse las muelas vascas del juicio sin anestesia española,
pero, si queremos a nuestros descendientes, tenemos que hacerlo
(Supongo que se me han visto mis prejuicios jacobinos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario