Teóricamente los establecimientos penitenciarios aplican los medios que tienen por igual a la reintegración de los internos a la vida en libertad, las reglas previstas para facilitar la reintegración de los condenados en la vida social se aplica por igual a cualquier preso, se trate de oportunidades de trabajo o de formación durante el período de encarcelamiento.
¿Cómo explicar las diferencias en el futuro judicial y social de la masa de presos salientes después de cumplida su pena? ¿Qué pasa con esos miles de personas que recuperan su libertad cada año?
La diferencia de situaciones sociales y caminos sociales de un individuo a otro que existía antes del encarcelamiento creo que es el elemento determinante después del encarcelamiento. Las circunstancias propias y de su entorno van a volver a marcarle el camino al preso liberado, no creo que, salvo esporádicas excepciones, la pena cumplida sirva para un cambio de camino, la mayor parte de las veces, la estancia en prisión es un alto en el camino vital que habrá dejado secuelas síquicas en el individuo, que habrá manchado para siempre su “curriculum”, pero que no habrá servido para su reinserción.
Quienes creen, - yo no lo creo -, en la bondad natural del hombre esperan que la aplicación de las penas de prisión sirvan al fin constitucional previsto en nuestro ordenamiento pero esa aplicación es ineficaz si no es bien acompañada de medios personales y materiales que sirvan después para acompañar al liberado en sus pasos frente a la vida, la vida que es la suya.
A pesar de los esfuerzos que realizan las personas dedicadas a este aspecto esencial de la política penitenciaria y que es la etapa que puede culminar de verdad el sentido total de la pena, en nuestro país, los liberados no son una preocupación política, salvo cuando reinciden y ocupan los titulares de las noticias.
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