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martes, 14 de agosto de 2018

EL SUICIDIO DE LOS LIBERADOS DE PRISIÓN

Al finalizar la novela de Arámburu – que ha permanecido meses en la mesilla sin ser comenzada y que, sin embargo, he leído en una semana -, he recordado algo que leí hace unos años y que siempre que un preso de etarra sale, después de su estancia en prisión, me viene en mente.
Todo preso liberado sale con secuelas sicológicas y que van a influir mucho en su retorno a la vida libre, al abandonar una vida totalmente disciplinada a una vida autónoma. Y ese periodo de adaptación parece ser de una gran fragilidad social y sicológica para esa persona, de un « choque con la vida », que aumenta en función de la duración de la pena y de las veces que el reo ha perdido y recuperado su libertad.
Este terrible choque es paradójicamente análogo al que se siente al entrar en la cárcel y que, como abogado, he visto algunas veces en los ojos del condenado y que es tenido en cuenta por Instituciones Penitenciarias en los primeros momentos del interno en el recinto penitenciario, la tentación del suicidio.
Desgraciadamente hemos conocido muertes repentinas o suicidios ligados directamente a la sentencia - no solo en casos penales -, tanto de víctimas como de acusados, pero el suicidio derivado del ingreso en prisión es un fenómeno público y notorio, muy elevado en los primeros quince días. Pero lo que, no siendo sicólogo, me ha llamado la atención muchas veces es el riesgo de suicidio en los primeros momentos de la libertad recuperada.
Un estudio científico británico que acompañaba aquella lectura de hace una docena de años cifraba en diez veces más la tasa de suicidios durante las cuatro primeras semanas de retorno a la libertad
que la tasa de las población general. Ignoro si existen estudios psiquiátricos similares en España pero me hacen pensar que al salir de la cárcel, después de un tiempo, se sale con la cárcel en la mochila del espíritu y que debe ser un proceso muy duro, aunque no creo, sin conocimientos científicos, que sea comparable al peso de la mochila de la vida anterior cuando se ingresa por un tiempo en la penitenciaría.
Me gustaría saber qué pasa en esas cabezas cuando los aurreskus acaban y se vuelven a encontrar en la soledad de ese vacío frontón, en que la pelota ni acaba de rebotar ni acaba de salir fuera, que todos llevamos dentro.

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