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viernes, 22 de julio de 2016

LA FERIA


La tauromaquia no es más que hacer diversión de la última agonía de un ser vivo. Como el mono vestido tiene un cerebro algo más evolucionado que el herbívoro, esa agonía se alarga por su mano lo suficiente para que una y otra vez se puedan repetir pornográficamente las posturas del protagonista bípedo delante de las defensas del animal ya moribundo desde que se le arrancó del pasto. Y eso hasta seis veces, seis, por tarde. Sin embargo, hay quien compagina ver con deleite una y otra vez Madama Butterfly con el éxtasis que siente al ver el mismo espectáculo teatral de la pantomina de castiza españolidad delante de seis seres vivos rumiando su sangre y dolor, que justifica en el arte del toreo, en esa estética luminosa y ensordecedora, con sus dosis de peligro y de rara sorpresa, la repetición del rito diario de la caza del herbívoro doméstico para convertirlo en un zombi sobre el escenario preparado al efecto.
Hay quien dice que hay más riesgo de tener un accidente laboral cuidando cerdos que toreando un miura, como no sé las estadísticas y además, si sumamos a los accidentados profesionales todos esos aficionados a dejarse destripar con motivo de las fiestas patronales por las calles de nuestros profundos pueblos, no me acabo de creer las cifras que se dan. Aunque no hubiera riesgo alguno en torear “pianos de cola con cuernos como bananas” (sic) a los que la “acorazada a caballo” (sic) ha desangrado, la necesidad de hacérselo creer al espectador para que mantenga su ilusión infantil, lleva al esforzado espadachín a provocar el accidente suicida con maniobras más allá del sentido común y que, si no fueran por su trágico resultado, serían ridículas.


Como torear medusas -el animal que más muertos causa entre los humanos-, no justifica 300.000 euros de emolumentos a repartir con la cuadrilla y los vampiros, nuestras ferias y las de imitación por Francia y así van a seguir contando con estos voluntarios verdugos de bovinos que prestan su imagen para vendernos relojes o ropa interior -¿Nadie va a hacer una campaña para boicotear estas firmas que fomentan el taurinismo más hortera?-. Así que música de pasodoble, cohetes en el cielo, alcohol en la sangre, olor a fiemo, puros habanos, peinetas en el moño, chulerías, desplantes e improperios y… ¡Qué siga la fiesta!

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