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martes, 2 de junio de 2015

VIENTO NORTE, VIENTO SUR

Durante siglos los vascos del norte y los vascos del sur, incluso cuando navarros había a ambos lados de los Pirineos, se han encontrado guerreando por tierra y mar, enfrentados como estaban enfrentados los reinos de España y de Francia en los que los vascos de uno y otro lado se encontraban por azares de las historias.
Rio Bidasoa a su paso por Irun (Gipuzkoa)
Rio Bidasoa a su paso por Irun (Gipuzkoa) (Photo credit: Wikipedia)
A finales del siglo XVIII y durante el comienzo del XIX, a pesar de que no siempre había reyes en uno y otro lado del Bidasoa, las guerras en esta región fronteriza también tuvieron sus vascos muertos de un lado por los vascos del otro.
Las guerras carlistas a lo largo de XIX en el lado sur pasaron a ser un espectáculo para los del norte, que no les afectaba más que si un obús mal tirado pasaba la línea trazada del mapa y lógicamente cuando los exiliados del sur acudían a buscar otro modo de vida en tierras tan próximas.
A lo largo de la primera mitad del siglo XX las dos guerras mundiales segaron las vidas de los jóvenes del norte mientras los del sur seguían el macabro tanteador por la prensa. Entremedio, la guerra que siguió al golpe de estado fascista de 1936 en España volvió a ser un espectáculo sin implicación de vascos del norte en ayuda militar de los del sur frente a los facciosos –al menos no hicieron lo de los irlandeses de apuntarse en el ejército enemigo contra quienes luchaban por Euzkadi, la patria de los vascos,  frente a fuerzas superiores-.
El largo régimen terrorista de Franco fue cosa del sur y al norte solo los exiliados y emigrantes traían sus ecos de la represión contra los vascos de un lado, mientras que la libertad de la República Francesa mostraba su indiferencia con lo vasco del otro lado.
Cuando José Luis Álvarez y su banda crearon el concepto de pueblo vasco como sujeto de derechos políticos colectivos y dieron origen a una siniestra segunda mitad del siglo XX y primera parte del XXI en Hegoalde, para los habitantes vascos de Iparralde siguió habiendo un problema “español” que contemplar, con cierta simpatía eso sí por los que mataban, asesinos a los que confundían con la herencia de los exilios anteriores  sin mayores pretensiones, y lógicamente con cierta antipatía por los vascos muertos de la orilla izquierda del río fronterizo, cuyos valores democráticos  aparentaban desconocer. Y para acabar de reforzar su postura la gilipollez del terrorismo español de Estado  añadió muertos que añadieron confusión sobre un panorama confuso.
El Norte mira al Sur y el Sur mira al Norte, en una opinión personal y muy subjetiva, con una mezcla de frivolidad y de desconocimiento mutuo en que las lenguas comunes, las variantes del juego de la pelota, los folklores, los prejuicios y los tópicos se barajan al gusto de cada uno sobre un pequeño territorio con tantas historias diferenciadas y otras coincidentes, territorio en el que se cruzan caminos de culturas inmensas que lo enriquecen y que, por ello, ofrece muchas  oportunidades de futuro a sus habitantes, siempre que éstos se esfuercen por sumar todo lo que los ciudadanos con las comunidades de cada lado pueden aportar. Mientras, tierra de asilo, tierra de rugby y tierra de represión, tierra de fútbol o la voluntad transfronteriza de ser bisagra que una y dé juego a dos grandes naciones de naciones europeas.


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