Durante
siglos los vascos del norte y los vascos del sur, incluso cuando navarros había
a ambos lados de los Pirineos, se han encontrado guerreando por tierra y mar,
enfrentados como estaban enfrentados los reinos de España y de Francia en los
que los vascos de uno y otro lado se encontraban por azares de las historias.
Rio Bidasoa a su paso por Irun (Gipuzkoa) (Photo credit: Wikipedia) |
A
finales del siglo XVIII y durante el comienzo del XIX, a pesar de que no
siempre había reyes en uno y otro lado del Bidasoa, las guerras en esta región
fronteriza también tuvieron sus vascos muertos de un lado por los vascos del
otro.
Las
guerras carlistas a lo largo de XIX en el lado sur pasaron a ser un espectáculo
para los del norte, que no les afectaba más que si un obús mal tirado pasaba la
línea trazada del mapa y lógicamente cuando los exiliados del sur acudían a
buscar otro modo de vida en tierras tan próximas.
A lo
largo de la primera mitad del siglo XX las dos guerras mundiales segaron las
vidas de los jóvenes del norte mientras los del sur seguían el macabro
tanteador por la prensa. Entremedio, la guerra que siguió al golpe de estado
fascista de 1936 en España volvió a ser un espectáculo sin implicación de
vascos del norte en ayuda militar de los del sur frente a los facciosos –al menos
no hicieron lo de los irlandeses de apuntarse en el ejército enemigo contra
quienes luchaban por Euzkadi, la patria de los vascos, frente a fuerzas superiores-.
El
largo régimen terrorista de Franco fue cosa del sur y al norte solo los
exiliados y emigrantes traían sus ecos de la represión contra los vascos de un
lado, mientras que la libertad de la República Francesa mostraba su
indiferencia con lo vasco del otro lado.
Cuando
José Luis Álvarez y su banda crearon el concepto de pueblo vasco como sujeto de
derechos políticos colectivos y dieron origen a una siniestra segunda mitad del
siglo XX y primera parte del XXI en Hegoalde, para los habitantes vascos de
Iparralde siguió habiendo un problema “español” que contemplar, con cierta
simpatía eso sí por los que mataban, asesinos a los que confundían con la
herencia de los exilios anteriores sin
mayores pretensiones, y lógicamente con cierta antipatía por los vascos muertos
de la orilla izquierda del río fronterizo, cuyos valores democráticos aparentaban desconocer. Y para acabar de
reforzar su postura la gilipollez del terrorismo español de Estado añadió muertos que añadieron confusión sobre
un panorama confuso.
El Norte mira al Sur y el Sur mira al Norte, en una opinión personal y muy
subjetiva, con una mezcla de frivolidad y de desconocimiento mutuo en que las
lenguas comunes, las variantes del juego de la pelota, los folklores, los prejuicios y los tópicos se barajan al gusto de cada uno
sobre un pequeño territorio con tantas historias diferenciadas y otras
coincidentes, territorio en el que se cruzan caminos de culturas inmensas que
lo enriquecen y que, por ello, ofrece muchas oportunidades
de futuro a sus habitantes, siempre que éstos se esfuercen por sumar todo lo
que los ciudadanos con las comunidades de cada lado pueden aportar. Mientras, tierra de asilo, tierra de rugby y tierra de represión, tierra de fútbol o la voluntad transfronteriza de ser bisagra que una y dé juego a dos grandes naciones de naciones europeas.
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