- El policía
municipal identifica al pardillo como autor del delito – dice Galtzagorri sorbiendo la cerveza oscura con aire preocupado -, si ha
habido delito, que, cuando la víctima supuesta es un agente de la
autoridad, ni siquiera suele haberlo, así que ante el Juez de
Guardia llega un pardillo marcado como culpable y a quién va a creer
el Juez o la Jueza que toque ¿A un tipo con cara de culpable a un
honesto funcionario, como él o ella, que ha resuelto un delito? Así
que se le empapela y ya está, luego el Fiscal sigue el guion escrito
en la comisaría porque estudiar el asunto y asistir a las
diligencias requiere tiempo y para eso no hay, el tiempo del Fiscal
es para otras cosas, y el pardillo se encuentra con una acusación de
tomo y lomo. Hasta entonces ha asistido al camino del reo, un testigo
mudo o enmudecido, el abogado de oficio, que ha hecho más o menos
nada porque el pardillo y él lo tienen difícil, así que tienen que
hacer todo en la calificación de la defensa y, si el pardillo no es
tonto del todo y el abogado de oficio, que a veces es de otro turno
distinto de oficio, es un poco abogado, es cuando tienen que
desmontar todo el castillo de naipes, y ese abogado se convierte en
una molestia para el policía, el fiscal, el instructor y el tribunal
al que le toque juzgar, el que pone ramas en las ruedas de la
bicicleta para que Su Señoría se caiga, un pelma.
Galtzagorri ha acabado
la jarra y pide otra con un gesto. Prosigue, hablando de costado, con
la mirada perdida en el espejo de detrás de la barra y en el reflejo
de un escote femenino, imagen apenas perceptible detrás de la
cafetera.
- Lo peor que te
puede pasar es que el pardillo sea inocente y que crea que con la
verdad se puede ir a todas partes porque puede que no acepte el pacto
de culpabilidad con pena disminuida que el fiscal te ofrecerá
generosamente, muy generosamente, porque el fiscal sabe, como tú
sabes, que el que está en el banquillo está porque la policía, el
juez de instrucción, el fiscal que hizo la calificación y él lo
consideran culpable de toda culpabilidad, así que el colega juez de
lo penal o magistrado de audiencia va a oír la lluvia de
testimonios, como quien oye llover ahí fuera, no va a hacer una
lectura crítica de los folios del sumario ni va a aplicar la lógica
en sus deducciones, sino que apicará la suprema y vigente ley, la
ley del mínimo esfuerzo con la máxima probabilidad para no
contradecir a esos cuatro funcionarios que han llevado al pardillo
hasta el alcance del filo de su espada. Y el pardillo se llevará su
condena y los colegas del Palacio tomarán el aperitivo todos juntos, quejándose
de lo mal pagados que están para todo el trabajo que los abogados
del turno de oficio les damos.
- Vale Galtzagorri – le
dice la Negra, la abogada que ha aguantado todo el rollo con un
descafeinado cortado por toda compensación -, no tomes otra cerveza
que ya te has gastado con la primera los honorarios de todos los
turnos de oficio de este año.
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