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lunes, 30 de marzo de 2020

CORONAVIRUS Y ACTIVIDAD EMPRESARIAL


Real Decreto-ley 10/2020, de 29 de marzo : Articulo 4. Actividad mínima indispensable.

“Las empresas que deban aplicar el permiso retribuido recuperable regulado en este artículo podrán, en caso de ser necesario, establecer el número mínimo de plantilla o los turnos de trabajo estrictamente imprescindibles con el fin de mantener la actividad indispensable. Esta actividad y este mínimo de plantilla o turnos tendrá como referencia la mantenida en un fin de semana ordinario o en festivos.”

Creo que la referencia es errónea porque la interrupción se prevé más larga que un fin de semana ordinario o un festivo, así que el RDL se debería haber referido a suspensiones de la prestación laboral verdaderamente extensas que ya está recogidas en nuestra legislación como pueden ser las huelgas indefinidas o, en su caso, las vacaciones con cierre de centro.

Aplicando los criterios jurisprudenciales y administrativos en casos análogos (Suspensiones colectivas de contratos por fuerza mayor, huelga… o la referencia a interrupciones parciales retribuidas de la prestación laboral como domingos, festivos, vacaciones…) la actividad mínima indispensable debe fijarse de forma similar a la prevista, también de forma insuficiente, para la huelga, a fin de que la empresa pueda recuperar la normalidad inmediatamente al cese de la medida sin tener que realizar una inversión que, a todas luces, será o imposible o muy difícil para una tesorería que se va resentir inevitablemente.

Los servicios de seguridad y mantenimiento, de aplicación limitada a aquellas empresas con una actividad cuyas características productivas lo hagan necesario, son aquellos que, sin estar orientados a la producción, son necesarios para que la actividad pueda reanudarse nada más terminar la situación que la ha provocado (RDL 10/20) sin ocasionar cuantiosos daños, así como aquellos para asegurar la seguridad de las instalaciones y maquinaria.

Durante estas tareas conservadoras de la maquinaria e instalaciones lógicamente se tienen que realizar residualmente actividades aparentemente productivas, como en periodos de vacaciones, pero que. en ningún caso. pueden asimilarse a la actividad normal de la empresa y a sus objetivos ordinarios de producción.

Es procedente la comunicación de estos servicios y de los trabajadores adscritos a la representación de los trabajadores (Delegados de personal, comité de empresa) y a los responsables de seguridad o prevención de riesgos laborales y escuchar su opinión al respecto.

Las empresas que han solicitado ERTE y que no han tenido respuesta en el plazo de 5 días: El silencio administrativo en procedimientos iniciados a solicitud del interesado, según lo regulado en el art. 24 Ley 39/2015, de 1 de octubre aplicable como regla general, se entiende en sentido positivo. O sea que, transcurridos 5 días, desde la presentación de la solicitud se entiende el ERTE aprobado.

Ni el Real Decreto 1483/2012, de 29 de octubre, por el que se aprueba el Reglamento de los procedimientos de despido colectivo y de suspensión de contratos y reducción de jornada, ni el Real Decreto-ley 8/2020, de 17 de marzo, de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del COVID-19, fijan las repercusiones del silencio administrativo por parte de la autoridad laboral, por lo que, atendiendo al régimen del silencio administrativo en procedimientos iniciados a solicitud del interesado regulado en el art. 24 Ley 39/2015, de 1 de octubre, como regla general, se otorga al mismo sentido positivo.

Así que no se tienen que acoger a este permiso retribuido recuperable establecido ahora.




viernes, 27 de marzo de 2020

DÍA INTERNACIONAL DEL TEATRO

Me acuerdo de niño, enfermo de sinusitis como siempre, en el dormitorio materno la cama delante del espejo del armario ropero, mi primer escenario donde jugar a representar personajes en monólogos improvisados sobre todos los dramas infantiles que vivía, avergonzado cuando era sorprendido ¿Con quién hablas? Otras veces, haciendo muñecos de papel para jugar sobre la almohada como plató, siendo quien manipulaba y el espectador que observaba en el espejo la comedia incomprensible ¿No juegas con los indios y vaqueros que te hemos regalado? Los papeles de los papeles eran más vivos que los de Toro Sentado y Buffalo Bill.
Los mayores del colegio hacían obras de Jardiel Poncela para las ceremonias anuales de entregas de premios y “dignidades” pero cuando yo llegué a ser “mayor” ya no hubo ocasión.
Mientras, mi madre me había llevado a ver a Arturo Fernández en verano y yo me vestía con la chaqueta de alguno de mis hermanos para jugar delante de otro espejo a ser un dandy irresistible ante imaginarias amistades femeninas rendidas por mi soltura escénica, así que cuando la primera novia me llevó a Esther Remiro para hacer teatro leído, “El cuervo” de Alfonso Sastre, me encontré adolescente jugando a ser mayor en un drama que no comprendía y de Esther Remiro aprendí que el juego teatral no es solo juego sino vida, sacar lo que has vivido, lo poco que había vivido y lo mucho que había leído, en cada personaje y empalmamos un par de obras más, ya representadas en escenarios de colegios religiosos.
En la universidad, un inútil me descartó para el escenario porque tartamudeaba, según él,  pero descubrí que la carpintería, la electricidad, la pintura… forman parte del teatro y encontré a Luis Iturri que me dio lecciones sin darme ninguna sobre los cinco o seis sentidos que conforman la vida teatral y entre whisky y whisky me ordenó acabar una carrera que me diera de vivir y no de morir de hambre, le hice quizá demasiado caso “El teatro siempre estará en ti”, pero el ejercicio del derecho tiene mucho de teatro “Le echas mucho teatro en sala”, “Preparas a los clientes como si fueras un director de teatro, “Con Ud. en sala, no hay quien duerma, siempre improvisando, con qué nos saldrá hoy”…
Además, al principio de la vida de abogado, me encontré con José Manuel Gorospe, almacenero en la empresa de mi hermano, otra lección andante de vivir teatralmente “El cuerpo es la herramienta, cuida el cuerpo, construimos desde el cuerpo”… ¿Cómo olvidarme?
Y las clases en la ESTE, la improvisación, los blancos en la mente, las contradicciones, la complicidad de los espectadores... ¿No eran teatro?
Por fin, con sesenta y dos años alguien te habla de que se necesitan chicos en un grupo de teatro para adultos y así encontré a José Manuel Lángara e hice comedias y un poco de clown, volver a pisar las tablas que estaban ahí, la lucecita que nunca se apaga.
Y, sobre todo, una buena excusa para que Ana Miranda me corrigiera, me calmara en clases particulares y me diera otra lección de vida “para el teatro”.
Luego, vino Biarritz, descubrir la locura del Théâtre du Versant y al “milagroso” Gaël Rabas, puestas en escena que surgen del vacío y del caos para construirse durante el maravilloso momento del espectáculo, de la representación, y luego desaparecer, todo ello con una troupe de fenómenos humanos a los que el viento de la vida nos ha amontonado bajo el busto de Molière.
El confinamiento permite leer, mirar videos, hacer ejercicios, prepararse, siempre hay algún espejo delante del que jugar a representar personajes en monólogos improvisados sobre todos los dramas  que hemos vivido, que vivimos, ya no tan avergonzado ¿Con quién hablas? Y las máscaras se pueden también improvisar mientras por la televisión pasan una y otra vez aquellos westerns del pasado. Los papeles de los papeles están más vivos que los de Toro Sentado y Buffalo Bill.


jueves, 12 de marzo de 2020

LA CONDENA SOCIAL DE ALGUNOS FRENTE A LA ABSOLUCIÓN JURÍDICA

La tasas de abusos sexuales de todo tipo que nunca han llevado ni llevarán a sus autores a sentarse en el banquillo es enorme, puede ser de un 99,99% por poner una cifra y, sin embargo, en su entorno familiar y personal es posible que se sepa pero, por distintas razones, no se lleve el tema a la justicia, no se inicie el largo y tortuoso camino del proceso judicial que quizá lleve a una condena judicial, pero puede que haya o no una condena social, una condena limitada siempre, aunque me temo que la mayor parte de las veces esa condena social sea a la persona del otro lado de la balanza, de la víctima. La experiencia personal, nada científica, me inclina a pensar que la sociedad es tan injusta como el aparato de la justicia que produce, así que los delincuentes que se escapan de este sistema judicial tan imperfecto también se escapan de esa condena e incluso salen reforzados para seguir hasta el final de sus días con su gratificante, para ellos, conducta..
Sin embargo, la condena social, publicitada en los medios de difusión,  de algunos hombres prestigiosos y con excelentes cualidades para su profesión, Plácido Domingo o Woody Allen son dos ejemplos recientes, está provocando reacciones y debates acalorados en todos los medios. Hay quien condena esa condena social, hay quien la juzga mínima e insuficiente y critica a la otra justicia, a la profesional, por no haber actuado para condenar también a quienes ya han sido condenados por el opinador en cuestión.
Habiendo convivido mucho tiempo con alguna persona muy considerada en su profesión, excelente persona en muchos aspectos y gran profesional en otros, pero un “weinstein de gros” respecto al sexo, me identifico a veces con esos testigos llamados a los juicios mediáticos y que parecen tontos porque no se han enterado del sufrimiento de las víctimas en el despacho de al lado del suyo. Y claro que me culpabilizo, aunque mi conducta no fue absolutamente pasiva, algo hice, no percibí el tamaño de la injusticia que se expandía a mi alrededor.
En resumen, las condenas judiciales van a seguir y probablemente, con el rol que está conquistando la mujer, van a incrementarse, las condenas sociales, nos parezcan justas o injustas, también van a seguir e incrementarse, así que, en todo caso, la impunidad va disminuir, aunque eso no tenga ningún reflejo en el número de delitos que se cometen y se cometerán porque eso depende de una conducta humana que se está extinguiendo: educación.


miércoles, 4 de marzo de 2020

VIDAS PARALELAS

Ayer leí un resumen de las descripciones que distintas mujeres han realizado de la conducta que R. Polansky tuvo con ellas cuando eran menores de edad y me han recordado a las historias que en su momento leí de D. Hamilton cuando salió un libro de memorias de una mujer que había sido modelo de sus fotografías cuando era menor de edad. Creo que el año pasado salió en prensa algo de una actuación de un fotógrafo aragonés que también fue acusado de conductas análogas con mujeres menores. Y tenemos muy cerca el caso de K. Cabezudo, caso del que se han filtrado relatos de mujeres que acudieron a sus servicios cuando eran menores y que ahora le acusan de conductas sexuales delictivas.
Según parece, el llamado trastorno pedófilo se caracteriza por la presencia de fantasías, impulsos o comportamientos sexualmente excitantes recurrentes e intensos relacionados con las y los menores de edad, lo que consideramos niños, sin embargo las mujeres menores de edad, denunciantes de estos referidos fotógrafos eran ya adolescentes, de edades en que la ley, la tradición y la religión ya las considera por lo general aptas para contraer matrimonio, esto es, para tener relaciones sexuales legítimas en una relación institucionalizada. El impulso sexual de adultos hacia jovencitas no se suele entender como un trastorno mental sino como una especie de fetichismo tolerado, incluso envidiado cuando “triunfa”, por la sociedad que rodea al varón pero cuando el sujeto activo es una mujer adulta que logra tener relación con un adolescente masculino es socialmente condenado.
¿Es es el arte de la fotografía un coto de caza ideal para depredadores de jovencitas? Parece que sí, adolescentes en busca de ascenso social o de oportunidades laborales, tanto si están siendo animadas por su familia como si están en plena rebeldía juvenil contra la familia, iniciando el camino de su vida sexual en todo caso, dispuestas a tropezar en la misma piedra cuantas veces  sus hormonas aceleradas se lo pidan, son presas muy fáciles para el cazador que ha dispuesto su trampa en un entorno de exaltación de la belleza física donde el photobook y la fotografía de arte son corrientes. Por eso todos estos relatos son aburridamente repetitivos para quienes no los han padecido personalmente, a la vez que tremendamente punitivos para esas víctimas que los han guardado en su alma como un castigo merecido por su ingenuidad idiota o por su rebeldía equivocada o por cualquier otro impulso juvenil que le llevó a aquella primera sesión, pocas veces única.
La impunidad sigue siendo la regla general, el mundo de los adultos tiene amnesia de su propia pasado por la adolescencia que siempre modifica a su conveniencia, así que el fotógrafo no pasa de ser un “viejo verde” al que se le ponían “a huevo” aquellas “pedorrillas” y que hizo lo que cualquier hombre hubiera hecho en las mismas circunstancias. Rara vez los asuntos llegan a la condena social, sobre todo si el fotógrafo es además bueno en su profesión, y menos veces aún llegan a la condena judicial del que preparó las circunstancias para que la pedorrilla se pusiera a huevo de su deseo de viejo verde.
Sigo creyendo, sin embargo, que algo está cambiando y que el amparo social de estos cazadores se está resquebrajando y que quizá las víctimas que han callado hasta ahora – entiendo sus motivos personales para ese silencio hasta hoy -, están dejando pasar su última oportunidad para liberar su alma de un castigo que jamás merecieron y para pasar ese castigo, traducido en condena social o judicial, a quien sí verdaderamente se lo merece.