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jueves, 27 de agosto de 2020

OKUPAS LA NUEVA MODA DEL VERANO

Alguien ha creado un negocio de lanzamiento de okupas y, entre todos, le estamos haciendo un extraordinario marketing, cuando si la policia y, en su caso, los jueces funcionaran y ejecutaran lo que la ley ordena, ese nicho de mercado no existiria y los gorilas que trabajan en ello seguirian en el gimnasio con sus esteroides.

La ocupación de viviendas es delito de allanamiento de morada del art. 202 CP, castigado con pena de prisión de 6 meses a 2 años cuando se realiza de forma pacífica, sin violencia ni intimidación.

Es, por tanto, un delito por el que la policía, cuando conozca su comision, está obligada a detener a quien lo esté cometiendo (art. 492.1º en relación con el 490 LEcrim).

Cuando el inmueble ocupado ilegalmente no es vivienda de alguien, estamos ante un delito de usurpación de inmueble (art. 245 CP), castigado únicamente con multa de 3 a 6 meses si la ocupación ilegal ha sido realizada sin mediar violencia o intimidación. Que está clasificado como delito menos grave (art. 13.2 en relación con el 33.3 CP) y su conocimiento y carácter flagrante obliga también a la intervención policial inmediata.

Para que haya delito de allanamiento de morada es elemento imprescindible que el inmueble ocupado constituya la vivienda de alguien, siendo irrelevante al respecto que la vivienda sea residencia habitual o solo ocasional (las llamadas segundas residencias).

Cuando la policia tiene conocimiento de un delito flagrante, siendo delito flagrante aquél que se está cometiendo en un determinado momento presente, tiene la obligación de intervenir para impedir o interrumpir su comisión, esto es, la policia tiene la obligación de proceder sin más al desalojo de sus ocupantes ilegítimos. Y debe de hacerlo, si es necesario, mediante el uso de fuerza proporcionada para vencer la resistencia de quienes estén perpetrando dicho delito flagrante. Y sin necesidad de orden judicial. Así art. 18 Constitución, art. 15 Ley Protección Seguridad Ciudadana y art. 553 Ley Enjuiciamiento Criminal.

La policia o el juez que se niega a proceder conforme a lo legalmente ordenado incurre en un delito a su vez pero eso es otra historia.



domingo, 23 de agosto de 2020

NADIE PROTEGE AL VICEPRESIDENTE DEL GOBIERNO

 Cuando el sindicalista del régimen nacionalista y catolico Rodolfo Martin Villa devino Ministro del Interior e intentaba dirigir la Policia (1976-1979) hacia unos valores que, al menos aparentemente, pudieran ser aceptados por « constitucionalistas » en nuestro entorno europeo, alguien le hizo una pregunta sobre cuantos, entre los miles, de los funcionarios policiales pudieran asumir la democracia y respondio que unos 500 policias eran de fiar en todo el pais. 

Rodolfo no era de fiar y la respuesta era mentira, claro, sino que intentaba dar esperanza a su interlocutor que habia echado los dientes luchando contra lo que Rodolfo y los suyos encarnaron hasta entonces. Habria entonces uno o ninguno que en la policia quisiera una transicion hacia la democracia y sus valores. 

A la policia de la dictadura monarquica sin rey pero con caudillo le ha sucedido por la accion u omision de los sucesivos gobiernos la policia que anora la dictadura y que es la que tenemos ahora, una policia de clase, siempre lacaya del poderoso, del cacique rural y del cacique financiero urbano, una policia de orden, una policia del que manda mientras el que manda tenga los valores rancios con los que se les adoctrina desde que inician su camino funcionarial. 

Marlasca tampoco es de fiar, lo de proteger al vicepresidente del gobierno no entra dentro de sus prioridades. Marlasca prefiere llevarse bien con esa policia que ha heredado y que es una forma de llevarse bien con la oligarquia que verdaderamente manda en el pais. 

Personalmente creeo que debe haber policias que no sean de los mismos valores que esos camisas azules del partido acabado en x, quiza uno o ninguno. 

martes, 11 de agosto de 2020

PITCH

 

HEAD & BREAKFAST

Un caminante joven y esforzado llega a un albergue rural pero la acogida ardiente de la hija de los propietarios puede estropear su peregrinacion.


Un randonneur jeune et vaillant arrive à un gîte rural mais la chaude bienvenue de la fille des propriétaires peut gâcher son pèlerinage.

 

Tenemos un guion para un cortometraje que estamos preparando.


On a un scénario pour un court-métrage qu'on prépare.

 

 

miércoles, 5 de agosto de 2020

REBANADAS DE LA VIDA: TIPICA HISTORIA

Prôlogo: El texto está escrito con un teclado francés. El original hablaba de C. y no de Cathérine. Al publicarlo en castellano me ha parecido que el uso de una inicial "cosificaba" a una persona, la protagonista de esta "tranche de vie".

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Aristide Labarthe, cuando sus hijas eran unas preadolescentes, contrató una baby-sitter, en realidad la contrató su mujer, para que cuidase de las mismas durante las vacaciones escolares de verano mientras que el matrimonio trabajaba. Las pequeñas Labarthe, un par de crías de 10 y 12 años, permanecían en casa en Baiona o iban a alguna de las playas cercanas con Cathérine que cuidaba de que comieran lo que su madre había dejado preparado o de que no se tostasen demasiado. Habitualmente Cathérine, que tenía 16 años o poco más, llegaba para el desayuno sobre las 9 de la mañana y desaparecía para la merienda sobre las 5 de la tarde, o sea que, como él salía de casa hacia las 8 y regresaba hacia las 7, apenas conocía su rostro. Pero la señora de Labarthe había alquilado una casa en los Pirineos para pasar unas vacaciones en familia y tuvo la idea de invitar a Cathérine para que les acompañase como una más de la familia, sin obligación de trabajar aunque le pagase el salario como hasta entonces. Y Cathérine les acompañó. La casa era un gran chalet destartalado en Luz-Saint Sauveur con cocina, sala, comedor y el dormitorio del matrimonio en la planta baja y más dormitorios en una primera planta, un jardín con diferentes tipos de hierbas más o menos cuidadas rodeaba la construcción. Las excursiones se sucedían, visitando lagos, picos y circos de montaña, a veces descansaban en el pueblo yendo a la piscina municipal o a un balneario. Cathérine parecía la hija mayor y se responsabilizaba de las otras niñas espontáneamente. El matrimonio estaba encantado con su compañía.Cuando la quincena tocaba a su fin, una tarde al regreso de una excursión más dura de lo normal, la señora Labarthe ocupó la sala de baño de abajo para ella sola y remitió a su esposo a la ducha del primer piso, asî que Aristide se resignó a entrar en un encharcado cuarto de aseo porque sus hijas, después de un rápido paso por el agua y el jabón ya se encontraban jugando en el jardín. Cuando Aristide abrió la puerta y vio a Cathérine reflejada en el vaho del espejo, la imagen de una mujer desnuda en el vapor del ambiente, no la reconoció, quizá por eso se quedó paralizado mirando el cuerpo blanco, la cara, el cuello, los brazos oscurecidos por el sol del dîa, el pubis triangular de pelo negro…

-¿Quieres ducharte? Ya he acabado – Cathérine dijo saliendo de la bañera y secándose la cara con la toalla frente al espejo, su culo absolutamente blanco le deslumbró -, la fregona está detrás de la puerta.

Cathérine se enrolló la toalla y se volvió.

- ¿Me dejas pasar? Me voy a secar en mi cuarto.

Aristide se apartó sonrojado.

El verano se acabó, pasó el tiempo, mucho tiempo, quizá 20 o 30 años, sin que Aristide tuviera noticias de Cathérine. Aristide y su mujer siguieron las etapas de la vida sin separarse mucho, las hijas se casaron, también llegaron nietos. Las rutinas se alternaban con pocas sorpresas hasta que hubo un funeral de esos a los que hay que ir inevitablemente, el funeral de un pariente cercano, un anciano hermano de su padre y que era el último de aquella generación. Aristide fue solo, la ceremonia era en un pueblo remoto de un departamento pirenaico y en pleno invierno, llegar fue una aventura, al entrar en la iglesia a las 2 de la tarde caían copos de nieve y a la salida, los que portaban el féretro al cementerio justo al lado del atrio apenas se percibían desde unos metros de distancia por la nevada que mansamente caía. Aristide pensó que ya había cubierto su papel y se fue quedando descolgado del pelotón con la idea de ponerse a buscar su coche en el paisaje navideño que se iba quedando.

- No has cambiado nada, Aristide.

Una mujer le agarró del brazo por detrás y le hizo girarse para recibir unos besos en las mejillas.

- !Cathérine ! !Eres Cathérine!

- !Me has reconocido! Pues yo sí he cambiado encerrada en este poblacho del fin del mundo ¿Cómo está tu mujer?¿Y las niñas?¿Tendrás nietos ya, supongo?

Siguieron la bajada a tierra del ataúd alejados de las últimas filas, poniéndose al día mutuamente de años de sus vidas respectivas, algunos asistentes se volvían de vez en cuando con aires reprobatorios.

No había un bar ni similar abierto en bastantes kilómetros a la redonda. Cathérine le invitó a su casa, vivía sola, su ultimo marido se había muerto dueño de todas las riquezas del valle, las cuales le daban para vivir allí con cierto confort pero no para, vendiéndolas, poder vivir en la civilización.

- Es de noche y con esta nevada te tendrás que quedar a dormir, te prepararé la habitación de invitados – dijo al entrar en el calor de la vivienda-, no me podría perdonar que te pasase algo por mandarte a dormir al refugio de más abajo en el valle.

- No sé, tengo que avisarle a mi mujer – mintió Aristide, su mujer le había dicho que no se le ocurriese volver con el temporal anunciado -, se pondrá celosa si le digo que me quedo a dormir en casa de una dama tan bella.

- Halagador. Ya se lo digo yo – pâsame el teléfono.

Las mujeres hablaron un buen rato, Aristide, siguiendo indicaciones por señas de Cathérine, sirvió unos vasos de whisky. Luego de colgar Cathérine preparó una cena sin dejar de beber ni hablar. Una y el otro hablaron sobre todos los temas de sus biografías, sobre todos, la vida sentimental y laboral de Cathérine había sido tumultuosa hasta que, cuando aun joven y dinámica hubo alcanzado la calma en aquel aburrido paraíso rural de l’Ariège, el difunto tuvo el detalle ése, morirse, dejándole descansar en medio de ninguna parte. Aristide tenía menos cosas que contar y tuvo menos oportunidad de contarlas. Frente a la chimeneta, sentados los dos en el sofá, las horas iban pasando en una intimidad cada vez más envolvente. Aristide le contó la escena del baño, cuando se tropezó con su cuerpo desnudo, aquella imagen en el espejo…

- No me acuerdo de nada de eso, yo era una niña y tû más viejo que mi padre, para mi era como estar desnuda delante de mi padre, supongo – dijo Cathérine levantándose y dándole la mano – pero nos hemos olvidado de preparar la cama de invitados, así que tendrás que acostarte conmigo y ahora ni yo soy una niña ni tû un viejo ¿Qué son veinte o treinta años?