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lunes, 27 de septiembre de 2021

MÁS GLOTOFOBIA


Según los estudiosos de la Biblia, “ese libro gordo que todo el mundo tiene en casa y que nadie lee” (San Francisco, Kike), el que lo dictó sucesivamente en hebreo, arameo y griego, a pesar de ser omnisciente y, por tanto, políglota total, Dios, bueno el que fuera el autor de los de la torre de Babel, pues no gustaba de los idiomas y consideró que el hablar distintos era una maldición, un castigo.



En la España actual, los militantes de España una, que quepa en el bolsillo de sus dueños y poco libre, esos militantes quieren un solo idioma, el castellano, en todo tiempo y lugar, un lugar omnicomprensivo de España, no porque odien las lenguas vernáculas de la periferia sino porque consideran que los idiomas diversos son una maldición, un castigo.

En la Euskadi que hay, la actual porque no ha habido otra, los militantes de Euskalherria independiente quieren un solo idioma, el euskera, en todo tiempo y lugar, un lugar más pequeño que España y que Francia, no porque odien los demás idiomas que se hablan en las tierras vascas, después de tantas guerras carlistas y de las otras, sino porque consideran que la pluralidad de lenguas es una maldición, un castigo.

Hay en el mono sin pelo un ansia de monolingüismo impositivo, quiere que los otros miembros de su tribu hablen un solo idioma en su vida social, aunque utilicen otros idiomas en su su hogar, en su trabajo, en su ocio, o sea, en su vida social que no sea con los que quieren, y a veces pueden, imponer su lengua.

La doble función del idioma como herramienta de comunicación entre personas y como seña de identificación con la aldea de procedencia es ignorada por esta militancia siniestra y aterradora, lo primero es la identidad con la entidad a la que se pertenece por casualidad, por necesidad o por afecto y, si queda sitio en la cabeza del incorporado a tal ente, unas nociones de otra lengua en las que defender el marco incomparable que se ve desde el campanario de la iglesia del pueblo.

No sé si creen en Dios, que acabó ordenando a Jerónimo que pasase sus notas a latín vulgar, la lengua del imperio, para que alguien se enterase de lo que pensaba el omnipotente en su inmensa sabiduría tan grande identidad y no se hiciese el silencio de Dios  por los siglos de los siglos… lo que decía, no sé si creen en Dios todos esos militantes monolingüistas en sus respectivos ámbitos territoriales pero podrían abandonar esas pretensiones impositivas y dejar que nos comuniquemos los unos con los otros en el idioma en que podamos, y que la historia irreversiblemente nos ha dotado, los idiomas no tienen derechos, las personas sí. 

jueves, 9 de septiembre de 2021

TUMBAS DE FAMILIA


El cementerio suele ser un lugar tranquilo, un refugio de una pequeña fauna de insectos, lagartijas, ratones y gatos, paisaje de árboles endémicos y de flores muertas. Procuro ir lo menos posible por ahora pero, a veces, los vivos nos reunimos allí para dejar lo que queda de alguien que ya no está y, luego, nos vamos más o menos aceleradamente, otras veces, un cementerio es el atajo en un paseo o el paseo nos hace pasar por uno. 

He hecho fotos de cementerios, de tumbas, de mausoleos, de monumentos a los muertos por una patria o por otra, de placas de recuerdo a conocidos y a desconocidos y todo ello como un turista más, recuerdos que se archivan en carpetas de la nube y que el algoritmo te manda en mañanas ociosas a la pantalla del ordenador.


Tengo un primo que gusta de la genealogía y trepa por enmarañados árboles familiares en busca de ancestros y parentescos, este primo me manda fotos de lápidas con apellidos de los que se supone que llevamos una dotación genética en nuestras células, salvo que las inseminaciones privadas y  los errores de las matronas hayan hecho que la genética real no coincida con la genética presunta.

No sé si mi cuerpo muerto reposará en un cementerio - pago una tumba a medias con una prima lejana, tan lejana que no es prima -, pero como solo se mueren los otros y hace tiempo que he perdido la creencia en la resurrección de los muertos, salvo por exigencias del guion, espero que quien se ocupe de mis restos haga lo que pueda o lo que quiera, yo no estaré allí para reprocharle nada.

Además ahora, las cenizas ocupan poco, se pueden dejar olvidadas en un armario con aquellos trastos viejos que la pereza y la nostalgia nos impidió abandonar, se pueden aventar en un pico accesible, se pueden dejar flotando en las olas o en el río ese que tanto nos gustaba, pueden ser abono de unos geranios en la fachada sur de la casa… yo qué sé. Lo que sé es que no voy a leer la placa, si alguien pone placa.