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viernes, 21 de septiembre de 2012

FRAGA, PARACUELLOS, CARRILLO

View of the cemetery of Paracuellos de Jarama ...

Pasé varias etapas madrileñas en mi infancia. Vivíamos en la calle Casado del Alisal, junto a los Jerónimos y el Museo del Prado. También estaba cerca el Museo del Ejército.
Visité varias veces aquel museo militar de los vencedores en la gran guerra española del siglo XX, tenía un atractivo morboso y sobrecogedor para mí. En algún sitio, creo, había un cuadro grande y bastante naïf sobre los fusilamientos de Paracuellos del Jarama, un espanto de cuadro, obra de encargo a todas luces, lo recuerdo como algo a la vez malo pero buscando la minuciosidad de El Bosco y lo siniestro de Goya.
También me acuerdo de un comentario de un familiar del lado de los vencedores, estábamos en los años 50 ó 60, sobre que el fusilamiento de presos en Paracuellos había sido una decisión militar correcta pero que, como los rojos habían perdido la guerra, los que la habían tomado eran unos criminales.
Entonces no sabía quién era Carrillo pero Franco hizo matar a Julián Grimau y así conocí a Fraga, yo era un niño lector de dos o tres periódicos diarios (La Voz, Diario Vasco y Unidad). Y aquel señor que salió a justificar el fusilamiento de Grimau me hizo sentir una atracción emocional hacia los comunistas, leía todo lo que se relacionaba con el marxismo y que podía conseguir en Donostia –un jesuita profesor de religión me facilitó varios libros prohibidos-.
Tengo la nebulosa idea de que la atribución de los fusilamientos a Carrillo empezó por entonces -también se atribuían atrocidades enormes a La Pasionaria-, coincidiendo con las protestas internacionales por la ejecución de Grimau y el cambio en la dirección del Partido Comunista con el nombramiento de Santiago Carrillo como Secretario General. Y las relaciones públicas del Régimen las llevaba un ministro chulesco, de pelo cortado al uno, con aires de matón falangista, un repelente y rancio Manuel Fraga Iribarne.
Cuando murió Fraga muchos recordamos que vino a ser un padre de la transición después de haber hecho  aquellos servicios sucios al franquismo, que se lo agradeció repetidamente. Entre otras cosas lo puso de reserva a la continuidad mediante un pactado nombramiento como Embajador del Régimen dictatorial en Londres pero la jugada les salió un poco mal.
 Ahora se ha muerto Carrillo y de la caverna han salido los espíritus del Caudillo y sus seguidores, algunos conversos a la tendencia  y, por tanto excesivos, agitando aquella acción absolutamente inhumana e injustificable de los fusilamientos de Paracuellos para achacarla al finado Santiago en exclusiva.

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