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viernes, 12 de abril de 2013

CHIRINGUITEROS


Se suele decir que el empresario es la persona física, o jurídica, que con capacidad legal y de un modo profesional combina capital y trabajo con el objetivo de producir bienes y/o servicios para ofertarlos en el mercado a fin de obtener beneficios. No me parece una mala definición y la he utilizado en mis cursos como punto de partida.

Ahora bien ¿Hay empresarios en España? Creo que sí, conozco algunos aunque me parece que son una especie en peligro de extinción. Lo que sí veo que abunda es una especie similar que aparenta ser empresario pero que no lo es: el chiringuitero. El chiringuitero español –no confundir con el titular de un chiringuito de playa que incluso puede ser empresario-, es una especie típica y tópica que podemos intentar definir.


El chiringuitero es siempre una persona física que se dota de cualquier forma legal y de un modo profesional, eso sí combina capital de otros y trabajo de otros, con el objetivo de forrarse en el más breve plazo –o sea dar “el pelotazo”-, para lo cual unas veces monta un tinglado o chiringuito con apariencia de empresa y otras veces se introduce en la cabeza de una empresa existente, ambas modalidades pueden ser sucesivas y simultáneas, esto es, abre y cierra chiringuitos varios u ocupa cargos en diversas empresas a la vez o en secuencia.

Abunda esta especie. Los hay que modestamente van acumulando fracasos que dejan siempre damnificados a sus socios y víctimas entre acreedores, proveedores, trabajadores, hacienda y seguridad social pero nunca salen del círculo vicioso de abrir, cerrar, abrir, cerrar... en noria. Pero los más peligrosos son los que están al frente de las grandes empresas españolas, muchas cotizadas en bolsa (El chiringuito de los chiringuitos) e incluso en el Ibex, se hacen llamar empresarios y los medios hablan de ellos como financieros –cuando son extranjeros se les oculta bajo la denominación de “los mercados”-, estos chiringuiteros se lucraron con la gran estafa inmobiliaria española, se siguieron lucrando con instrumentos financieros preferentes o no, alcanzaron botines inmensos con el control de los políticos de todo nivel, se están lucrando con el rescate de sus enormes chiringuitos y con la protección de toda la especie de chiringuiteros que les admira, sigue y apoya porque para ellos han ordenado a sus esbirros políticos que les hagan la reforma laboral. Y, como además tienen cogidos por sus avales e hipotecas a los empresarios, les obligan a entregarles su capital libre de bichos, libre de trabajadores.

Veo un futuro español cierto, un enorme chiringuito vacío y entonces alguien, el último chiringuitero enormemente forrado, gritará aquello de: ¡Mi reino por un empresario!



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