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lunes, 22 de enero de 2018

GARMENDIPE NO ES EL BERNABEU

- Aquel equipo quería ganar la liga de fútbol en la última división federada que pudiera existir, así que en la nefasta temporada de la que hablamos se había reforzado con un fichaje estrella, el hijo de un internacional, el chaval apuntaba las maneras de su padre pero por circunstancias de la vida de éste, entrenador sin éxito de equipo en equipo, había pasado por muchas ciudades y equipos varios sin llegar nunca a cuajar, sin embargo todo el mundo decía que, con un poco de suerte, el hijo podía superar el buen palmarés del padre. El amor, o la lujuria que suele ser lo mismo, hizo que el chico consiguiera que su agente, contra su voluntad, le hiciera llegar a aquel club del culo del mundo pero que le permitía tocar todos los días el culo de su amada -y otras partes de su anatomía, todos los días. Por premuras federativas, contractuales y demás, apenas tuvo una semana de entrenamientos con sus compañeros en las modestas instalaciones que el ayuntamiento ponía a disposición del proyecto de ascenso, esperanza remota de todos los alcaldes del municipio habían tenido en el pasado pero en esa semana encandiló a presidente, directivos, entrenador, alcalde por supuesto, concejal de deportes, al aficionado que iba a los entrenamientos e, incluso, al cura que también se asomó por el estadio a ver al portento llegado de la villa y corte. Alineado en el primer partido previsto, visita a un pueblo que se encontraba todavía más allá del culo del universo por así decirlo, la expectación era enorme, fácil acudió un centenar de espectadores aquella mañana en aquel campo, verdaderamente un campo, en que se iba a dar el primer paso en un largo camino triunfal. En cuanto el equipo visitante se hizo con el balón, apenas un minuto de comenzado el encuentro, el balón fue enviado hacia la posición de la gran esperanza blanquiazul -los colores del equipo procedían de una donación de camisetas que había hecho un veraneante donostiarra oriundo del lugar-, que, escorado un poco a la izquierda, en posición de teórico extremo izquierdo, lo controló con el pecho perfectamente y lo dejó caer junto a su pie izquierdo, el de su pierna buena, el balón se quedó clavado en el sitio y los tacos del delantero también, el terreno no estaba para mariconadas. El crujido de la tibia, el peroné, todos los ligamentos y una parte del fémur se oyó en el hospital provincial de la provincia vecina que era el que estaba más próximo y al que, en un taxi, fue trasladado de urgencia y tuvo suerte, los médicos no se atrevieron a amputarle la pierna, a pesar del espantoso estado en que se la había dejado el defensor derecho local, apodado Gorriti en honor de un histórico futbolista vasco de juego muy viril. El árbitro no pitó falta.
Y el partido terminó con una contundente derrota de los visitantes.
- ¿Qué quieres decir con esto? - Preguntó Ernesto Arrate el industrial a Jon Galtzagorri, el veterano abogado, que estaba relatando lo anterior en la sobremesa tranquila de la sociedad gastronómica- ¿Qué tiene que ver con lo que te acabo de preguntar?
- Que Garmendipe no es el Bernabeu, que para ganar allí tienes que llevar a quien conoce el terreno, conoce a los jugadores contrarios, conoce al árbitro y a la madre que lo parió –y Galtzagorri dio otra calada al habano-, y que si quieres traer al mejor abogado de Madrid con tu dinero para que te defienda en el Juzgado de lo Penal n.º 14 de Donostia es tu problema y no me pidas mi opinión.


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