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jueves, 2 de junio de 2016

IN DUBIO PRO MORO

Português: Mesquita de Mohamed Ali
Português: Mesquita de Mohamed Ali (Photo credit: Wikipedia)
Leyendo las declaraciones de Benzema y otros sobre el racismo en la sociedad francesa o en las sociedades europeas, justo antes de asistir de oficio como abogado en un juicio a un magrebí acusado de malos tratos y violencia doméstica, he tenido una sensación de haberlo vivido todo esto anteriormente. Y no es porque la memoria me haya jugado una mala pasada enviándome a un bucle de sensaciones irreales, es que realmente todo esto lo he vivido en estos últimos 44 años de ejercicio profesional.
La misma mujer maltratada repetidamente, la misma actitud de incomprensión del autor en sus declaraciones con la tozuda negación de la evidencia, la misma rutina policial en la instrucción, la misma tardanza en la tramitación procesal, el mismo juicio incompleto, siempre faltan diligencias, pruebas, informes y, sobre todo, emociones, sentimientos…
Cómo no recordar el dicho: “cuando llegues a tu casa, pégale a tu mujer, tú no sabrás por qué, pero ella sí” pero creo que ahora no es políticamente correcto decir que es un proverbio árabe, como figuraba en los viejos libros, donde todo lo árabe era musulmán, esto es, éste era un consejo del Corán. Aunque me parece que el Corán (4.34) llega a las “hostias” más gradualmente:“Pero a aquéllas, cuya animadversión temáis, amonestadlas, luego dejadlas solas en el lecho; luego pegadles,  pero si entonces os obedecen, no tratéis de hacerles daño. ¡Ciertamente, Dios es en verdad excelso, grande!” O sea que Alá y su Profeta apostaban y apuestan por la bronca, el acoso sicológico en la cama y los sopapos solo hasta lograr la sumisión de la señora, después ya no hace falta.
A veces durante la preparación de la vista o en los pasillos del Juzgado, se acerca alguna monja laica –les llamo así aunque no tienen por qué ser de sexo femenino-, de ésas que van de asistentes sociales por la vida, y te suelta el rollo de la cultura diferente, la inmersión en la educación que recibió el sujeto, la difícil integración, la lenta evolución del Islam hacia los valores compartidos en Occidente, lo malos que fueron los cristianos en el pasado etc. Y cuando le dices que ahora es cuando estás sintiendo ganas de meterle la torta que no le metió a tiempo su madre a esta pesada, se te indigna y te suelta lo de los indudables prejuicios racistas que los poderes fácticos, mediante el temor al diferente, han acabado inculcando a alguien con fama de progresista como es uno. Y te levantas, te ajustas la toga y te aferras a tus valores inculcados para controlar las ganas que ya se han hecho inmensas.

En resumen: me resulta imposible sentir la mínima empatía con estos defendidos que me tocan de oficio –y sospecho que me tocan porque no los quiere nadie y debo estar en el turno de los “marrones”-, así que tengo tentaciones de pedir de ahora en adelante su absolución, alegando simplemente “in dubio pro moro”.

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