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jueves, 29 de octubre de 2020

TENDRÉ QUE CAMBIAR DE BANCO


Hablar por teléfono con un robot bancario es uno de esos ejercicios diarios a los que nos van acostumbrando las fuerzas del capitalismo financiero. Es imposible sortearlo, el robot tiene respuesta para todo, incluso para las imprecaciones y blasfemias, esclavo de sus amos sin alma, el robot te va domando y humillando hasta que te otorga el privilegio de hablar con la voz humana de un empleado de banca. Pero te das cuenta de que el empleado ha sido seleccionado por el robot de recursos humanos para que lidie con los escasos clientes que hayan superado el camino del héroe hasta ese trámite, esa voz indudablemente humana está para disuadirte de ir a una agencia y para conducirte a la banca on-line, “todo se puede hacer en la web del banco, si Ud. no lo consigue es porque ha errado en alguno de los sencillos pasos que hay que seguir hasta alcanzar el resultado, vuelva a intentarlo con las instrucciones que recibirá por correo electrónico” y la voz humana da los buenos días con cordialidad electrónica, esclavo también de sus amos sin alma, habitante del infierno de la banca actual te deja colgado de tu inutilidad, patética imagen envejecida que te devuelve el cristal de la ventana de la sala. Y a la enésima llamada, acudes a la mentira humana, prometes una inversión absurda en una estafa masiva que el consejo de administración, quizá sacada del conejo de administración porque es dudoso que existan cojones de administración,* ha presentado en sociedad. Acudes a la oficina vestido de luces y entras al despacho del atareado manager de fondos que te recibe con la babosa sonrisa tapada por una máscara patrocinada por la entidad, aprovechando que estás en la oficina le dices que tienes el pequeño trámite pendiente que originó tus llamadas, un empleado diligente se encarga de realizarlo en un instante, aunque tienes que alargar la conversación lo suficiente para que tu coartada no sea descubierta hasta que estés fuera de su alcance, así terminas el sermón con un “tengo que consultarlo con la almohada pero la decisión está tomada al 99%, me pondré en contacto” y transmites teatralmente que has mordido el anzuelo de estos pescadores de besugos. Tendré que cambiar de banco.


* No hay intención machista, “hacer lo que me sale del conejo” tiene quizá más sentido que “hacer lo que me sale de los cojones” pero es cuestión de sensibilidades y matices.

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